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Su hijo sana de asma

Del número de mayo de 2008 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando estaba por nacer mi hijo mayor, una de sus abuelas me dijo que varios miembros de la familia sufrían de asma y que era una enfermedad hereditaria. Yo acepté ese comentario y tiempo después comprobé que mi pequeño había nacido con ese problema. Como consecuencia de ello, le resultaba imposible jugar y correr como los otros niños. Yo ansiaba encontrar curación para mi hijo.

Un día su condición se agravó mucho y una vecina al enterarse me invitó a un servicio religioso de la Ciencia Cristiana. Pedir ayuda a Dios no era algo desconocido para mí, pues de niña mi madre me había criado con absoluta confianza en la protección de Dios, sin temores, y yo siempre había pensado que la alegría y la armonía eran algo natural. Así que acepté muy agradecida.

Muy pronto solicité ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana. Recuerdo que él me habló con mucha ternura y amor y esto me fortaleció. Me aconsejó que orara reconociendo la presencia de un solo Dios, un solo Creador, y que viera al niño como una idea perfecta de Dios. Insistió en que el bien era la herencia natural del hombre y que por derecho divino mi hijo era heredero de esa bondad y perfección divinas, y no podía carecer de nada.

Enseguida empecé a leer Ciencia y Salud y a percibir la perfección innata del hombre creado a semejanza de Su Creador, a estar consciente de la ley del bien que opera en todo tiempo y lugar. Este entendimiento cambió mi manera de pensar sobre el hombre y comprendí que en lugar de aceptar el asma como una condición hereditaria, debía rechazarla y afirmar la perfección innata de mi hijo. Muy pronto mi hijo sanó totalmente y empezó a correr y a jugar al fútbol, cosas que antes no había podido hacer.

Cuando leí que "La madre es el educador más poderoso" (Ciencia y Salud, pág. 236), percibí claramente la función tan importante que había tenido mi madre en mi vida, y que yo tenía ahora en la de mi hijo. Me regocijé al ver esa libertad, esa felicidad, de verlo crecer con la misma alegría que los otros niños.

Mary Baker Eddy escribe: "El Principio divino de la curación se comprueba en la experiencia personal de cualquier investigador sincero de la Verdad". (ibíd., pág. x) Y yo sigo hoy investigando las verdades espirituales porque todos los días son un aprendizaje en Dios, un nuevo despertar. Con este estudio he venido conociendo más ampliamente la Verdad que está actuando en nuestra vida en este mismo momento: la Verdad de que la creación de Dios es espiritual y perfecta y que nosotros somos esa creación y nada más. También me di cuenta de que es necesario cultivar este conocimiento y aplicarlo a diario.

Las mamás somos una influencia muy grande en la crianza de nuestros hijos. Contribuimos a que ellos tengan la fortaleza espiritual que necesitan para desarrollar su conocimiento de Dios y vivir con libertad; sin temores, sin dudas. Y yo pude comprobarlo con la curación de mi hijo.

Verdaderamente la Ciencia Cristiana nos ayuda a comprender y a seguir el consejo del profeta Isaías cuando dice: "Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti". (60:1) Es un camino ascendente y maravilloso.


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