Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Curación de mononucleosis

Del número de enero de 2009 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Después de haber pasado por varias situaciones difíciles en mi vida, como el fallecimiento de mi padre y un divorcio después de años de casada, viendo que una querida tía siempre se veía bien, un día le pedí que me hablara de la Ciencia Cristiana. Cuando me prestó el libro Ciencia y Salud, su lectura empezó a cambiar mi forma de pensar y sin esfuerzo alguno me conquistó para siempre.

Tiempo después, mi hijo mayor que tenía 19 años, presentó síntomas de una enfermedad diagnosticada como mononucleosis. El médico determinó que el virus había atacado varios órganos y que estaban tan debilitados que corrían el riesgo de dañarse si mi hijo se sentaba. Por lo tanto, tenía que permanecer acostado y esperar a que su organismo se recuperara por sí mismo. No le fue prescrito medicamento alguno.

Cuando recibí el diagnóstico, aunque recién había conocido la Ciencia Cristiana tuve la certeza de que el Amor divino estaba cuidando de mi hijo y que nada malo le iba a suceder. A pesar del cuadro ante mis ojos yo permanecí segura de que Dios nunca nos abandona, y no dejé de trabajar ni un solo día, pues era el único sustento de mi hogar.

Como pasaron cuatro días y mi hijo no mejoraba, decidí recurrir a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por él. Ella me tranquilizó diciéndome que Dios nos amaba y cuidaba de nosotros todo el tiempo. Me sugirió que leyera la definición de hombre en Ciencia y Salud que en parte dice: "El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales... El hombre es idea, la imagen del Amor; no es físico. Es la compuesta idea de Dios e incluye todas las ideas correctas...” (ibíd., Pág. 475)

Ese mismo día, al regresar a casa vi el brillo en la mirada de mi hijo y supe que se estaba produciendo la curación. De allí en adelante los análisis de sangre fueron dando evidencia de que así era. Yo continué orando con el apoyo de la practicista. Cuando el médico, finalmente, le dio el alta, le dijo que lo veía tan bien que parecía que nunca hubiera estado enfermo.

Puesto que estuvo nueve meses en cama y doce sin salir de la casa, había perdido ese año de estudios, que era el último de segundaria.

Siendo el mes de octubre, mi hijo decidió dar el examen de ingreso a la Escuela Militar, en febrero del año siguente. Para ello tenía que aprobar las materias que no había cursado en la escuela secundaria. Cuando me contó sus planes, le dije que lo único que necesitaba era saber que no estaba solo, sino que Dios siempre lo estaba cuidando. Yo sabía que cada uno de nosotros tiene un propósito en la vida que ha sido concebido por Dios, la Mente infinita; que Dios mismo, por ser Principio divino, rige nuestro desenvolvimiento, y lo lleva a su realización con Su amor infinito. También compartí con él estas palabras de Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud: “El Amor divino es infinito. Por lo tanto, todo lo que realmente existe está en Dios, emana de Él y manifiesta Su amor” (ibíd., Pág. 340).

Finalmente, mi hijo dio sus exámenes e ingresó a la Escuela Militar. De 47 alumnos que entraron, él ocupó el lugar 26. Hizo una carrera brillante; en su 1° año de Escuela fue el alumno mejor calificado del grupo y llegó a recibirse en el 4° lugar. Hoy integra las Misiones de Paz de la ONU, y goza de perfecta salud. Puedo decir que la luz del Cristo iluminó su vida y lo guía en su camino.

El Salmo 23 afirma: “...unges mi cabeza con aceite, mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”. Esta experiencia ha sido para mí una evidencia de que esta promesa es una realidad.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / enero de 2009

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.