Tu “voz, callada y suave”, me es tan amada.
¡Es mi cada respirar... mi vida!
Es como el viento que susurra entre los árboles.
Es dulce y tierna, como una madre
consolando a su hijo, quien, jugando, se ha caído...
Cálida y suave, como el pecho de una paloma,
siento Tu tierna presencia,
elevándome en las alas del Amor...
A veces, Tu voz estalla en gozosas melodías
cuyos versos, grabados en oro,
son expresiones divinas que hablan a mi corazón...
Con voz alta y fuerte me corriges,
cuando mi obstinación intenta reinar,
y silenciar el prístino cántico del ruiseñor...
Tu voz, callada y suave, me es tan amada.
¡Es mi cada respirar... mi vida!
Que calladamente me asegura...
“¡Eres mi hija amada en quien tengo complacencia!” Véase Mateo 3:17
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