Nunca había sentido algo similar; un amor que lo abarcaba todo, dulce y cercano, profundamente compasivo y carente de condenación. Sentí esa tierna Presencia a los pocos días de comenzar la clase de instrucción Primaria en la Ciencia Cristiana, mientras oraba sola en mi habitación. Lloré por más de una hora.
El tierno mensaje del Amor eleva la consciencia y la coloca sobre un fundamento espiritual
¡Así que esto es el Amor, el Amor divino que sana!, pensé. Años antes, este Amor me había elevado del desaliento a la esperanza, y de la esperanza a la curación, cuando después de tres abortos empecé a perder toda ilusión de llegar a tener hijos. En medio de la desesperación tomé Ciencia y salud. No me importó haber decidido ser agnóstica. ¡Necesitaba ayuda!
Al leer este libro empecé a contemplar con renovado asombro que el Amor divino está en todas partes, que es la fuente de todo el bien, el único Creador y que mantiene Su creación perfecta. En el momento en que empecé a vislumbrar estas ideas mi vida comenzó a cambiar para mejor, liberándome del temor y dándome confianza de que se produciría la curación. Y así fue.
Hoy tengo tres estupendos hijos (y una nietita preciosa), y una manera totalmente nueva de pensar y vivir. Tengo una perspectiva más espiritual de la vida, una mejor comprensión de que, como enseña la Ciencia Cristiana, somos seres totalmente espirituales. Siento una profunda alegría y expectativa de bien y, según dicen, una actitud mucho más amable hacia los demás. De hecho, se ha producido una transformación radical en mi pensamiento y en mi experiencia.
Ese día en la clase de instrucción Primaria, el Amor divino que me había sanado en aquella oportunidad, una vez más tocó mi corazón de una forma que nunca había conocido. Siempre voy a guardar dentro de mí esa primera vez que percibí que el Amor divino es una presencia tierna y tangible.
El amor de la verdadera Madre, sana
No me es difícil identificarme con esa madre que, con sus hijos, hace más de un siglo estaba entre una multitud de gente que fue invitada a la casa de Mary Baker Eddy. Según relata esa señora, cuando la Sra. Eddy miró a sus dos niños, la madre se dio cuenta de que una ternura divina lo cubría todo y a todos los que la rodeaban, y por primera vez percibió “el verdadero Amor de Madre”. Afirma: “Vi por primera vez la absoluta irrealidad de todo a excepción de ese Amor infinito. No sólo estaba presente en todas partes, como la luz, sino que era una presencia inteligente que me hablaba, y me encontré llorando mientras caminaba de un lado a otro bajo los árboles y diciendo en voz alta: '¿Cómo es que no te conocí antes? ¿Por qué no te conocí siempre?'”Véase Twelve Years with Mary Baker Eddy, Edición amplificada, págs. 67-69.
Cuando la señora regresó al hotel, descubrió que un forúnculo grande y doloroso que su hija tenía en el cuero cabelludo había desaparecido sin dejar rastro. Es obvio que, a través de la Sra. Eddy, esa mujer había visto la expresión del amor maternal e infinito de Dios, cuidando tiernamente de Su creación. Mary Baker Eddy conocía este amor inefable del Amor, y estaba tan imbuida de él que esa señora lo sintió también. Ella vio todo bajo una nueva luz, incluso a sus hijos. Al contar lo ocurrido insistió en que el amor que sintió fue divino, no mero afecto humano. Otro aspecto importante es que ella describe este Amor divino como “una presencia inteligente” que le habló.
Considero que ésa es la manera fundamental por la cual el Amor divino transforma nuestra vida: Nos “habla”. Un querido himno dice que el mensaje sanador del Amor le habla a todo oído que escucha.Según Himnario de la Ciencia Cristiana en inglés, Nº 175. El tierno mensaje del Amor eleva la consciencia, poniéndola sobre una base espiritual, desde la que vemos las cosas de manera diferente, puramente espiritual. Como la luz del sol, el Amor dispersa la niebla del pensamiento mortal, haciendo evidente el aspecto de la naturaleza de Dios del que necesitamos estar más conscientes. ¿Cómo se relaciona esto con la curación física? Según el Apóstol Juan, estando conscientes de que este Amor perfecto “echa fuera el temor”. 1 Juan 4:18. Y cuando el amor supera el temor (que es la base de toda enfermedad), somos sanados.
El mensaje de amor del Cristo
El poder de Dios se comunica a sí mismo y se revela mediante el Cristo, que Mary Baker Eddy describe como “la verdadera idea que proclama el bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana”.Ciencia y Salud, pág. 332. Esta verdad nos habla de una forma que podemos comprender, quizás no en un tono humano, sino mediante ideas espirituales que, silenciosa pero radicalmente, barren los conceptos falsos sobre la vida, como la creencia de que la vida esté sujeta a fuerzas físicas fuera de nuestro control. Jesús estaba tan consciente del Cristo que constituía su naturaleza misma. Este entendimiento avanzado de nuestra naturaleza divina que Jesús demostró tan claramente, es la razón por la que podía sanar a los demás inmediata y totalmente, e incluso resucitar a los muertos y a él mismo. A menudo, hablaba de Dios como Padre, nuestro Padre. Pero también este Padre se puede conocer como Madre, el Padre divino que incluye cualidades masculinas y femeninas, como lo percibió tan claramente la mujer que visitó el hogar de Mary Baker Eddy.
De acuerdo con un relato de Irving Tomlinson, uno de los primeros trabajadores de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy enseñó a sus estudiantes que el “Amor es el Padre, quien es fuerte en el cuidado de Sus hijos y responde a toda necesidad... El Amor es una Madre que cuida tiernamente de todos sus hijos”. Twelve Years with Mary Baker Eddy, pág. 103.
La convicción de que el Amor es lo único que existe, disuelve la creencia de enfermedad.
Aunque los Evangelios no dicen que Jesús haya usado la palabra “Madre” para referirse a Dios, él expresaba naturalmente los dos aspectos de padre y madre del Amor divino, tanto fortaleza como compasión. Esto se ve muy claramente al principio del Evangelio según Marcos. En el primer capítulo, dice que Jesús enseñaba en la sinagoga como “quien tiene autoridad”, Marcos 1:22. echando fuera espíritus inmundos (profundas perturbaciones mentales), Véase Marcos 1:27. y sanando a la gente de muchas enfermedades. Véase Marcos 1:34. Del relato de Marcos se percibe el poder y la fortaleza de Jesús. Pero también percibimos la gran ternura del Maestro en la curación del leproso que le pidió a Jesús que lo “limpiara”. Marcos escribió que Jesús, “movido a misericordia”, extendió su mano, lo tocó y le dijo: “Quiero, sé limpio”.Marcos 1:41. Y el hombre fue sanado inmediatamente.
¿Cuánto haría que aquel hombre no sentía el contacto de otra persona? (La ley judía prohibía tocar a un leproso.) Pero el amor que Jesús sentía anuló toda obediencia formal. Su respuesta compasiva expresaba a Dios como Madre, y sanó al hombre con ese toque de ternura. El Amor—fuerte y tierno a la vez, ambos, Padre y Madre— transformó la vida del leproso mediante la compasión del Cristo que Jesús sentía.
El Amor sólo ve la hermosura
“El Amor jamás pierde de vista a la hermosura. Su aureola se posa sobre su objeto”. —Ciencia y Salud, Pág. 248
En una ocasión le pregunté a mi maestro de Ciencia Cristiana, en cuya clase el Amor divino fue tan tangible para mí, cómo podía yo también sanar tan natural y rápidamente como Jesús sanó al leproso. Me respondió:—¿Qué ve el Amor en tu paciente?
—Sólo hermosura—respondí.
—Bueno —contestó—, así es como lo haces.
Cuando el Amor inunda por completo el corazón del que busca sanarse a sí mismo o a otro, la dulce convicción de que el Amor es lo único que existe llena su pensamiento, disolviendo toda creencia de enfermedad o imperfección. Recuerdo la historia de una amiga que cuando era joven, oró sinceramente por su pequeña hija y pudo sentir de manera tangible este Amor transformador.
Cuando su hija era muy pequeña, los médicos le diagnosticaron una perforación en el corazón. Le di a su madre un ejemplar de Ciencia y Salud y comenzó a estudiarlo. De inmediato, la niña, que no se había sentido bien, comenzó a actuar como cualquier otro niño sano y feliz. Pero cuando tenía, 18 meses, la llevaron al hospital de niños más prestigioso de Londres para hacerle unos exámenes, y se determinó que cuando cumpliera cuatro años sería necesario operarla para cerrar la perforación. La mamá continuó estudiando la Ciencia Cristiana, aprendiendo más acerca de Dios y la perfección de la pequeña.
Oramos juntas de vez en cuando, especialmente cuando a los cuatro años a la niña le hicieron las pruebas preoperatorias. Sentía mucha compasión por esa familia cuando oraba para reconocer sólo la presencia del Amor divino, cuidando de la pequeña con un amor perfecto que la mantenía completamente exenta de toda imperfección. También reconocí que esta niña estaba hecha a imagen de Dios, Véase Génesis 1:26. y que no estaba sujeta a ningún otro poder, sino al bien. Al día siguiente, la familia regresó a su casa con maravillosas noticias. La perforación se había cerrado por completo, a pesar de que, según un diagnóstico anterior, eso sería imposible. No fue necesario operarla. Hoy, esta niña es una joven adulta y activa, y la curación ha sido permanente. El Amor había impartido a todos sólo lo que era verdad acerca de Su hija.
No es necesario tener de años de desarrollo metafísico ni montañas de conocimientos espirituales para ser testigos del poder transformador del Amor infinito. Sólo se requiere de un corazón receptivo al hecho de que el Amor es lo único que existe. Es por esa razón que los niños sanan tan fácilmente. Sus pensamientos puros son muy inocentes y perceptivos a esta realidad. Nuestros pensamientos también pueden serlo. Y cuando disponemos nuestro pensamiento de esta manera, tomamos consciencia de la tierna presencia del Amor divino, en todas partes.