Nunca había sentido algo similar; un amor que lo abarcaba todo, dulce y cercano, profundamente compasivo y carente de condenación. Sentí esa tierna Presencia a los pocos días de comenzar la clase de instrucción Primaria en la Ciencia Cristiana, mientras oraba sola en mi habitación. Lloré por más de una hora.
El tierno mensaje del Amor eleva la consciencia y la coloca sobre un fundamento espiritual
¡Así que esto es el Amor, el Amor divino que sana!, pensé. Años antes, este Amor me había elevado del desaliento a la esperanza, y de la esperanza a la curación, cuando después de tres abortos empecé a perder toda ilusión de llegar a tener hijos. En medio de la desesperación tomé Ciencia y salud. No me importó haber decidido ser agnóstica. ¡Necesitaba ayuda!
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!