La crianza de nuestros hijos ha sido una continua bendición para mi esposo y para mí. Mi corazón se llena de gratitud a Dios y a la Ciencia Cristiana por ser una guía siempre presente.
Cuando nuestro hijo Alan tenía 19 años nos dijo que quería realizar una serie de excursiones y actividades a pie, comúnmente llamadas trekking, en la Cordillera de los Andes —que tiene montañas de unos 5000 metros sobre el nivel del mar— ¡en pleno invierno! Mi reacción fue decirle: “¿Por qué quieres hacerlo en invierno cuando las temperaturas pueden alcanzar hasta 30°C bajo cero (-22° F)? ¿Por qué hacerlo cuando puede haber grandes tormentas de nieve y viento? ¿Por qué no lo haces en verano?”
Alan había tomado un curso de trekking en alta montaña, y ésta sería su expedición de iniciación. Iría un grupo de cinco o seis estudiantes con dos guías-tutores calificados, y todo el propósito del trek era hacerlo en invierno, no en verano.
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