Yo buscaba a Dios desde hacía mucho tiempo, pero no sabía cómo encontrarlo, entonces oraba para que me indicara Su camino.
Cuando compré el libro Ciencia y Salud y empecé a estudiarlo me quedé maravillado, porque comprendí que era el camino que yo andaba buscando. Allí aprendí que Dios está siempre conmigo y con todos, que es todo amor y bondad. Comprendí que debía detenerme y callar para poder escucharlo, porque Él nos está hablando constantemente. Ahora, cuando me pongo a orar, siento una gran sensación de paz y felicidad.
Como consecuencia de este nuevo conocimiento, he tenido varias demostraciones claras del cuidado de Dios. Hace unos cuatro años, los médicos habían diagnosticado que yo tenía diabetes, además de sufrir de hipertensión y asma. Posteriormente, determinaron que sufría de angina de pecho, por lo que me hicieron muchos análisis. Llegado este punto, también me dijeron que debido a mi edad, y con todos los problemas que habían diagnosticado, tenían que hacerme un cateterismo, pues lo más seguro era que tuvieran que ponerme una válvula en el corazón. Para tranquilidad de mi familia acepté que me hicieran el cateterismo.
Por mi parte, ya hacía un tiempo que estaba estudiando la Ciencia Cristiana, y me apoyaba en la oración, recurriendo a Dios. Trataba de comprender Su naturaleza perfecta y verme a mí mismo como Su imagen y semejanza espiritual, fuera del alcance de toda enfermedad. De los variados pasajes de Ciencia y Salud que estudié, éste me dio mucha esperanza: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Dios —una comprensión espiritual de Él, un amor desinteresado” (pág. 1).
Cuando llegó el día de ver al médico, fui en completa paz, con la plena certeza de que no podía tener nada malo. Resultó que, para sorpresa del equipo médico que me vio, yo no sólo no tenía nada, sino que para mi edad, tenía el corazón como el de un niño.
Para mí eso fue maravilloso. Desde esa época, hace tres años, he dejado de tomar toda clase de medicamentos y estoy muy bien.
Esta poderosa confianza en Dios me ayudó en otra ocasión cuando estaba trabajando en el campo con una máquina mecánica para cavar y labrar la tierra. La misma tiene unas chapas como protección por si salta alguna piedra, pero yo se las había quitado para aligerarla. Total que saltó una piedra grande y me dio en la boca. El golpe fue tan fuerte que pensé que me había partido los dientes. El dolor era tremendo, pero de pronto pensé: Si yo soy la imagen y semejanza de Dios, estoy perfecto y no puedo tener nada. Seguí orando en estos términos y de momento se me quitó el dolor. Continué trabajando en mis labores, aunque sangraba mucho y esa parte de la cara se me había inflamado. Aun así, al otro día, apenas tenía unas marcas de haber tenido dos cicatrices, y al tercer día, ya no tenía absolutamente nada. La curación fue completa.
Es una alegría muy grande relatar estos testimonios del poder y el amor que Dios tiene por cada uno de nosotros.
