Conocí la Ciencia Cristiana poco después de que mi esposo abandonó el hogar, dejándome sin ninguna ayuda económica y con 8 hijos: la mayor tenía 14 años y el más pequeño menos de un año.
En mi búsqueda de ayuda encontré estas palabras alentadoras en la Biblia: "Tu marido es tu hacedor, Jehová de los Ejércitos es su nombre. Tu redentor, el santo de Israel, Dios de toda la tierra será llamado" (Isaías 54:5). Esto me fue mostrando que Dios es mi único proveedor y me alentó a no afanarme por la situación, con la certeza de que Él estaba a cargo del crecimiento y el desarrollo de mis hijos, y nunca nos abandonaría.
A medida que iba aprendiendo lo que Dios, como Amor, represneta en mi vida, mi manera de pensar fue cambiando y también corrigiéndose, sobre todo dejando de lado el resentimiento que tenía por todo lo sucedido. Los recursos que ofrece la Ciencia Cristiana, como El Heraldo, la Lección Bíblica y las conferencias, fueron enriqueciéndome con la convicción de que mi identidad es espiritual y depende solamente de Dios.
El Amor divino está siempre protegiéndonos y llenándonos de fortaleza y paz para que podamos hacer Su perfecta voluntad. Aprendí que debía estar dispuesta a escuchar la voz de Dios para poder seguir el camino que nos va indicando. Así fue como a lo largo de los años me dediqué a la costura, luego puse una panadería, y más adelante trabajé como profesora en un colegio. Entre tanto, mis hijos seguían creciendo, y llegaron a formar sus propios hogares.
Además, las bendiciones de Dios no se detuvieron allí, porque también pude comprar un pequeño lote y construir mi casa.
El poder, la sabiduría y la inteligencia son de Dios, la Mente infinita, quien ha sido mi ayudador y mi consolador en los momentos de tribulaciones.