Un día mi mamá y yo estábamos hablando de cómo podemos orar a Dios para sanar. Ella me contó la historia del rey David en la Biblia. Una vez David oró a Dios porque sentía que nadie lo quería. La gente hablaba a sus espaldas cosas que no eran ciertas, diciendo que era una mala persona y que tenía una enfermedad muy grave. Todos estaban esperando que se muriera. Pero David no prestó atención a lo que otros pensaran de él. Tuvo confianza en Dios, diciendo en sus oraciones que confiaba que Él lo mantendría siempre a salvo.Mira el Salmo 41:5–13.
Mamá y yo hablamos de que a veces, así como esa gente que no quería a David, nosotros le "ponemos" encima una enfermedad a la gente, o a nosotros mismos, y eso no nos deja ver cómo somos realmente.
—Son como los muñequitos de papel—dijo mamá—. Si le pones la ropa equivocada a la persona equivocada, no se ve bien. Pero cuando le quitamos el disfraz, podemos ver que la persona verdadera sigue estando allí.
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