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Fortaleza espiritual en una economía incierta

Del número de marzo de 2009 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Apesar de los esfuerzos del Congreso y Senado de los Estados Unidos para resolver la crisis financiera, el camino que yace por delante está lleno de curvas y recovecos. Nuestras oraciones pueden ayudar a que se tomen decisiones inteligentes en la implementación de estrategias relacionadas con la banca y empresas nacionales e internacionales, así como con los propietarios que enfrentan juicios hipotecarios por falta de pago.

Como en muchos casos, el enemigo a vencer es el temor. The New York Times señala: "El miedo puede ser la fuerza impulsora más grande... como por ejemplo, la preocupación de que pueda demorarse semanas o más el otorgamiento de préstamos a corto plazo y factibles de pagar que las compañías necesitan para financiar sus operaciones. "'Is my Money Safe? and Other Questions to Ask," September 30, 2008. Al igual que en otras situaciones, el temor tiende a privarnos de la libertad—en este caso, el flujo normal de dinero—y a congelar el progreso.

Al ver que las compañías fracasan, que los empleos se desvanecen y que los fondos de pensiones y ahorros de toda una vida amenazan con desaparecer, muchos están atemorizados y angustiados. No obstante, es fundamental resistir este impulso y orar, para probar que existe una solución basada en el Espíritu, no en la materia. Esta solución espiritual tiene un efecto en el mundo, todos los días, donde la crisis parece muy real y amenazadora para mucha gente.

Un enfoque centrado en Dios

Algunos predicen que si la economía de los Estados Unidos falla, las economías de otros países se desmoronarán y habrá un verdadero torrente de desastres. Algunos grupos o naciones, motivados por la envidia o el odio, puede que hasta deseen este resultado.

Una de las mejores formas de evitar que esto ocurra, es reconocer que Dios, no los Estados Unidos ni otro país, es la fuente del bienestar y la seguridad de todos. En la medida que sigamos este camino con lealtad, estaremos a salvo del temor. Nuestra obediencia y amor a Dios se expandirá hacia afuera, hacia los demás, brindándoles paz y estabilidad a ellos también.

No se repetirá la caída en espiral

Una de las cosas que tomó a muchos de sorpresa fue la división de opiniones que hubo respecto a que el gobierno estadounidense sacara de apuros al distrito financiero de Wall Street. Los contribuyentes querían saber quiénes eran los responsables, y por qué debían pagar ellos por lo que, según percibían, no era otra cosa más que la codicia de los grandes bancos.

Si bien es obvio que hay cosas que corregir, es importante no apartarse del objetivo principal, es decir, de la restauración y curación. Por ejemplo, cuando los escribas y fariseos le trajeron a Jesús una mujer sorprendida "en el acto mismo" de adulterio, determinar si era culpable o inocente pareció muy claro. Véase Juan 8:3-11. Sin embargo, ese no fue el punto que Jesús quiso señalar al evaluar la situación.

Les dijo a los acusadores que juzgaran a la mujer preguntándose si ellos mismos estaban libres de pecado. Ninguno se consideró inocente, así que nadie se atrevió a arrojarle ni una sola piedra. La mujer no fue condenada. De igual manera, podemos ser más moderados al juzgar a los demás y concentrarnos más en restaurar la economía, con lo que ayudaremos al inocente y revelaremos al culpable.

En su Mensaje a La Iglesia Madre para el año 1900, Mary Baker Eddy escribió: "La historia demuestra que el error se repite a sí mismo hasta que es exterminado... Aquí nuestra esperanza se ancla en Dios quien reina, y la justicia y el juicio son el cimiento de Su trono para siempre". Mensaje, pág. 10. Muchos expertos señalan el paralelo que tiene esta situación con lo ocurrido en 1929 y la Gran Depresión, así como sus diferencias. Véase, por ejemplo, "It happened once. Could it happen again?" globeandmail.com, September 27, 2008.

En nuestras oraciones, al aunar esfuerzos para vencer la crisis actual, podemos aplicar las lecciones espirituales de la Depresión y los períodos subsecuentes. Esto contribuirá mucho a dirigir la economía y todo lo asociado con ella, por sendas de paz y salud. Entre estas lecciones espirituales se encuentran: la purificación de características como el temor, la envidia, la codicia, la credulidad y la ignorancia. Nuestras oraciones en esta época pueden ser claras declaraciones de que el hombre creado por Dios—tanto hombres como mujeres—no puede ser tentado por ninguna de estas características. Como tampoco ninguna persona puede ser tentada a manipular a los demás, a tergiversar situaciones o a ser fraudulento, y llegar a ser víctima de esos errores.

Los hechos espirituales son poderosos

Puede que seamos tentados a pensar que los problemas que la economía enfrenta se deben a nuestro mal comportamiento o al de los demás, y que estas condiciones son irreversibles porque tienen sus raíces en "hechos" humanos. Con su obra y enseñanza Cristo Jesús dejó bien claro que por más tangibles que parezcan esos "hechos" humanos, no pueden resistir al Cristo.

Un ejemplo es el relato en que Jesús resucita a la hija de Jairo. Véase Marcos 5:22-43. El padre viajó urgentemente para pedirle ayuda a Jesús porque su hija se moría. Pero, como era habitual, una multitud rodeaba a Jesús, quien incluso se detuvo para sanar a una mujer que hacía 12 años que tenía "flujo de sangre". Mientras Jesús le hablaba a esta mujer, vinieron unos hombres de la casa de Jairo para decirles que la niña había muerto.

Jesús le dijo a Jairo: "No temas, cree solamente". Éste es un buen consejo para lo que está ocurriendo actualmente. No necesitamos tener miedo, sino creer que es posible encontrar una solución divina que se presente en una forma que la gente pueda reconocer y confirmar.

En la casa de Jairo encontraron mucha gente llorando y lamentándose por la muerte de la niña, y cuando Jesús negó que hubiera muerto, se rieron de él. Esto se puede asemejar a los reportajes y comentarios perturbadores que a veces escuchamos y a la atmósfera política que ha acompañado la crisis.

Jesús hizo salir, de donde se encontraba la niña, a todos los que se oponían a la curación, y sólo dejó entrar con él a sus seguidores y a los padres de la misma. Luego se dirigió a ella y simplemente le dijo: "Niña, a ti te digo, levántate".

Esas palabras tan simples revirtieron lo que parecía ser irreversible, porque los hechos espirituales son verdad y son la ley de todos los aspectos de la vida. Esto incluye la vida de una economía y de las naciones. Todo lo que realmente se necesite para la vida, para la circulación de ideas y su resultado, tal como productos útiles, herramientas, comida, etc., está bajo la ley de la Vida divina. Esa Vida nunca se paraliza ni extingue, ni puede estar sujeta a la manipulación de fuerzas destructivas o egoístas.

La Vida es dinámica, siempre en avance, siempre guiando hacia el bien. Esta Vida es nuestra fuente y no la podemos perder. La Vida es el bien espiritual e ilimitado, infinitamente presente. Si este sentido de actividad y bienestar parece estar ausente o amenazado, es necesario que nuestras oraciones contengan declaraciones específicas de la bondad y totalidad de la Vida. La Vida divina es omnipotente. Nada puede impedirle cumplir su propósito, el cual es siempre bueno y satisfactorio.

Restaurar lo perdido

¿Qué ha de pasar con las pérdidas, las empresas que han cerrado, los desocupados, los bienes que han disminuido en valor? Todo esto puede volver a la normalidad cuando comprendemos que el bien no puede ser destruido y nunca puede perderse. Probar este hecho espiritual requiere que oremos con diligencia por aquellos que están afectados por esta crisis, por el gobierno y otras personas que están tratando de encontrar soluciones, así como por las naciones en general. Por ser ideas espirituales, toda persona envuelta en esta crisis puede liberarse del temor, puede tener el valor moral y la fortaleza espiritual para tomar decisiones buenas e inteligentes. Sus esfuerzos por alcanzar respuestas viables, apoyados por sus propias oraciones y las nuestras, pueden restaurar la vida de las economías, vida que ha sido purificada y elevada mediante los pensamientos espirituales que le hemos dedicado.

Dejar de centrar la atención en una institución humana o en una nación es esencial para el progreso del mundo, y no priva a nadie de nada ni significa que se desmerezca lo que es bueno dondequiera que se presente. Pero sí brinda una perspectiva espiritual que ayuda a atravesar las nubes de confusión e incertidumbre por lo que el futuro pueda deparar.

En este camino hacia la restauración, cualesquiera sean las curvas y recovecos que tenga, hay algo de lo que podemos estar totalmente seguros, y es la presencia de Dios que guía y consuela a toda nación e individuo, incluso a aquellos directamente afectados por la crisis. En el amor de Dios no hay excepciones, no hay seres que sean Sus hijos espirituales en menor medida que los demás. Cada uno tiene su propio camino que recorrer y sus lecciones que aprender, pero ninguno—ni siquiera uno—camina solo.

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