Vivo en una mansión infinita.
Dios es mi mansión.
Cada día, esta mansión me muestra más de sí misma,
Y abre las puertas y ventanas
Que mi ignorancia, mi temor o mi cupla
No se atreven ni a pensar levemente
Que fuera posible abrir.
Allí se me revelan habitaciones colmadas de amor y bendición;
De ternura y comprensión;
De vida y vigor;
De fortaleza y abundancia.
Allí se me revela que todo es mío, porque a Él así le agradó.
Le plació en suma manera
Que yo fuese el objeto de Su amor,
Y me creó completa, satisfecha.
Me creó a Su imagen.
Me dio Su semejanza
Para que nunca me faltase nada.
La mansión donde vivo es Dios.
donde me muevo es el Amor.
donde tengo mi vida es la Verdad, que es Dios.
Ningún error puede quitarme esa mansión,
Donde soy amada, protegida, mimada.
Donde Dios me hace sentir
La plenitud del ser.
¿Necesita una casa?
¡Pruebe con Dios!
En Él hay infinitas moradas...
La suya, ¡ por nadie más puede ser ocupada!
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!