Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Una travesía espiritual

Del número de marzo de 2009 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hasta hace poco, (ahora de noventa y nueve años de edad), vivía sola en una cabaña en el pintoresco pueblo de El Bolsón, Argentina. Ella dice que se enamoró de la región más austral del país, conocida como Patagonia, a primera vista. "Miré por la ventanilla del micro...", recuerda al pensar en su primera visita a esa zona hace cuarenta años, "y dije en voz alta: 'Ésta es mi patria'".

Magdalena nació en Buenos Aires, pero creció en Santa Fe. Cuenta que su familia se mudó a Córdoba cuando ella tenía 15 años. De adulta, pasó gran parte de su carrera en la docencia, primero como profesora en un bachillerato y después como profesora de literatura y filosofía en la Universidad de Córdoba. En 1945 publicó un libro sobre la historia de la literatura castellana. Después de jubilarse, regresó a Santa Fe para buscar a las antiguas amistades de sus padres y a los chicos con quienes había jugado de niña. Allí conoció la Ciencia Cristiana y contribuyó al crecimiento de esta Ciencia en Santa Fe y luego en El Bolsón.

Hoy en día, Magdalena aún vive en su querido El Bolsón, en un hogar para ancianos, donde la visitan, entre otros, muchos Cientificos Cristianos a quienes ella ha apoyado y ofrecido su amistad a lo largo de los años. Estos amigos van a leerle, hablar sobre metafísica y hacerle compañía. Una de sus amigas de muchos años es Marion Frusteri, quien dice: "Yo siento que estoy en el cielo cuando escucho hablar a Magdalena".

Recientemente, Magdalena conversó con , Redactor Jefe de El Heraldo de la Ciencia Cristiana, sobre su vida y qué la trajo a este camino espiritual. A continuación publicamos extractos de su conversación. Magdalena comienza contando cómo encontró la Ciencia Cristiana.

Estando en Santa Fe, sufrí de una dolencia cardíaca y tuve que guardar cama. Mi hermano médico y sus colegas amigos convinieron en el diagnóstico y me dieron unos dos meses de vida. Para entonces, yo ya tenía más de 60 años, y pensé: "Si voy a estar en cama, no puedo leer sólo la Biblia", que había sido mi lectura de toda la vida. La Biblia había sido la reina de mi familia, de mi casa.

Aunque permanecía la mayor parte del tiempo en cama, acostumbraba a salir un poco por las tardes. Un día, se me ocurrió comprar un diario local que yo jamás leía. Al abrirlo vi en un recuadrito el anuncio de una conferencia de la Ciencia Cristiana. Fui con una amiga y ni bien escuché las primeras palabras del conferenciante le dije a mi amiga: "En esto yo me quedo". No sé cómo lo supe, pero lo supe. A la salida de la conferencia me dieron el libro Ciencia y Salud.

Yo tengo más bien un monólogo con Dios, aunque a veces parece un diálogo.

Llegué a casa, y empecé a leer el libro de inmediato. La autora, Mary Baker Eddy, expresaba conceptos metafísicos con mucha sencillez, claridad y elegancia. Así que yo encontraba fácil de leer todo eso, aunque no lo entendía mucho. Dios siempre había formado parte de la vida de mi familia. Mis padres tenían una fe como la que tenían los antiguos, una fe inquebrantable, pasara lo que pasara. Yo también tenía esa fe. Incluso cuando se trataba de una enfermedad yo pensaba que no venía de Dios. Así que ese concepto me resultaba familiar. Los miembros de mi familia recurrían directamente a Dios para todo. No se bebía alcohol, ni se fumaba; y no teníamos temor. Mucho del sufrimiento que hay en este mundo es resultado del temor. El temor engendra toda clase de dificultades y problemas. Cuando leí Ciencia y Salud por primera vez, noté con claridad que la lectura del libro destruía el temor. Esto realmente me llamó la atención.

Cuando terminé el libro lo empecé de nuevo, sola en la cama, y encontré que, más o menos por la página 200, la Sra. Eddy explica esta frase que Jesús les dice a sus discípulos: "No os afanéis por vuestra vida". [la cita completa dice: "Si seguimos el mandato de nuestro Maestro: 'No os afanéis por vuestra vida', jamás dependeremos de condiciones corpóreas, de la estructura del cuerpo o de su economía; sino que seremos amos del cuerpo, dictaremos sus condiciones, y lo formaremos y gobernaremos con la Verdad".Ciencia y Salud, pág. 228:21.] Esta frase fue como un foco de luz para mí, algo increíble. En ese momento cambió mi vida. Me di cuenta de que la enfermedad no era real. La alegría que sentí fue tan grande que me levanté de la cama, definitivamente. Nunca había bailado en mi vida, pero me puse a bailar. Nunca más me sentí sola. Esa curación ocurrió hace casi cuarenta años.

Después de mi curación, comencé a reunirme con amigos para estudiar la Lección Bíblica Semanal, con citas de la Biblia y de Ciencia y Salud, en mi casa, y como venían amigos a toda hora, leía la Lección varias veces al día. Luego empecé a llevar a los más dispuestos a los servicios de la Sociedad de la Ciencia Cristiana en Santa Fe. Al empezar a llevar a mis amigos los domingos y los miércoles—creo que eran unas 25 personas—la Sociedad se transformó en iglesia y luego se estableció en una vivienda preciosa.

Poco después, me mudé a El Bolsón, pero regresaba a Santa Fe con frecuencia para dar impulso a la iglesia que estaba floreciendo allá. Cuando vine a El Bolsón tuve una sorpresa. Fui a vivir a una pensión, y resultó que la dueña, que después llegó a ser amiga mía, tenía en el dormitorio el libro Ciencia y Salud. Entonces le pregunté y me comentó que ella y su marido eran buscadores de la Verdad y el libro era valioso para ellos, si bien se compenetraban más con el hinduismo.

Empecé realmente sola a estudiar la Ciencia en El Bolsón porque la gente a la que le hablaba de la Ciencia Cristiana adquiría el libro de texto, pero no se volcaban de lleno a estudiarla. Entonces, ¿yo qué hacía? Viajaba doce veces al año a Buenos Aires para ir a la iglesia y traer literatura. Le hablaba a la gente en la calle y en mi casa. Creo que se podría empapelar todo El Bolsón y Bariloche con la literatura que traía. Con el pasar del tiempo, muchas casas tenían Ciencia y Salud, pero pocos se decidían a tomarlo como base de su vida. Y pasaron así muchísimos años, en los que yo seguí viajando con entusiasmo a comprar ejemplares del libro en Buenos Aires y los repartía. Después, repentinamente comenzó a brotar el interés por la Ciencia Cristiana, como brota una semilla que uno siembra; demora un tiempo pero de pronto un día uno ve todas las plantitas.

Empezó a venir a mi casa bastante gente, y estudiábamos la Lección Bíblica. Los primeros vinieron muy entusiasmados. Después comenzaron a venir muchas personas de distintos lugares. Formamos un pequeño grupo que con el tiempo se transformó en una Sociedad de la Ciencia Cristiana [en 1995]. Esa Sociedad en El Bolsón continúa hoy.

Yo había estudiado muchas religiones, pero la Ciencia Cristiana realmente captó mi atención porque afirma que la materia es irreal. Cuando uno lee, por ejemplo, física cuántica, la ciencia que estudia los átomos, ya obtiene vislumbres de que la materia no es real, pero los científicos se quedaron en eso. En una época en que nadie hablaba del átomo, (lo sé porque yo estudié eso), Mary Baker Eddy se refiere a él en sus escritos, y dice que el átomo es mental. Muchos ganadores del Premio Nobel piensan que los átomos son mentales o que responden a la mentalidad del investigador. Una amiga mía es matemática y trabaja para la NASA. Un día se puso a leer Ciencia y Salud y noté que se conmovió. Entonces le pregunté por qué y me dijo: "Me emociona ver que en aquella época Mary Baker Eddy ya entendía cosas que los matemáticos hace poco que han comenzado a comprender". Estaba tan deslumbrada, que le saltaron las lágrimas.

Con el estudio de Ciencia y Salud aprendí que el Espíritu—Dios—es real. No hay nada más. Un diccionario define la palabra Dios como "lo único real". Eso es lógico porque si Dios es infinito, no hay lugar para nada más. Como nos dice Pablo: "En él vivimos, y nos movemos, y somos".Véase Hechos 17:28. La Vida que vivimos es Dios, esta fuerza, esta energía, este dinamismo, esta inteligencia, esta capacidad de entender todas las cosas, es Dios mismo, trabajando y actuando en nosotros.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / marzo de 2009

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.