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¿Quién está a cargo?

Del número de marzo de 2009 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Esta es una pregunta muy común, sobre todo cuando un país pasa por épocas de elecciones gubernamentales, sean de diputados, senadores o del mismo presidente. Es, sin duda, una buena oportunidad para comenzar de nuevo. Pero con demasiada frecuencia, la gente tiene la misma actitud de siempre, la tendencia a criticar y juzgar a los que ocupan cargos públicos, incluso a aquellos funcionarios que no han procedido mal. Uno podría decir: "Bueno, así es la política".

La oración nos protege de los aires de grandeza de la mente carnal.

Cuando le preguntaron a Mary Baker Eddy su posición política, ella respondió: "En realidad no tengo ninguna, sino la de apoyar a un gobierno justo, amar a Dios supremamente y a mi prójimo como a mí misma". La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 276.

En lugar de criticar o tomar partido, la Sra. Eddy pensó en términos del apoyo que podemos brindar con la oración. Ella oró por presidentes y escribió a miembros de la iglesia: "Orad para que la divina presencia continúe guiando y bendiciendo a nuestro primer magistrado, a aquellos asociados con su cargo ejecutivo y a nuestro poder judicial; que dé a nuestro congreso sabiduría, y que sostenga a nuestra nación con la diestra de Su justicia". La Ciencia Cristiana en contraste con el panteismo, pág. 14.

¿Por qué debemos orar? Primero, porque la oración es un golpe preventivo contra la creencia de que existe un elemento malévolo en la naturaleza humana que socava la sociedad, el gobierno y a quienes ocupan cargos públicos. La oración apoya a la persona que ora y a aquella por la que se está orando. Es una fortaleza contra los patrones perturbadores de pensamiento, poniendo a la consciencia humana en armonía con los pensamientos de Dios que elevan, sostienen y bendicen.

Segundo, porque la oración es un medio vital para superar la insidiosa actitud que tiene la mente carnal de criticar y juzgarlo todo. Aunque siempre hay lugar para la crítica constructiva, puede resultar muy beneficioso examinar nuestro propio pensamiento para determinar la frecuencia con que diariamente nos quejamos, criticamos y juzgamos a los demás. Esto sucede más a menudo de lo que pensamos. Criticar y juzgar constantemente a la gente significa que nunca pensamos lo mejor de ellos, que nunca estamos satisfechos con los esfuerzos sinceros, que nunca estamos en paz. No obstante, Dios nos impulsa a que seamos de ánimo constructivo, a que amemos y estemos en paz con nuestro prójimo.

Tercero, porque la oración nos protege de los aires de grandeza de la mente carnal, que siempre resultan en arrogancia, intelectualismo y falta de humildad. Bajo ese engaño, la gente piensa erróneamente que sólo ellos saben qué es lo mejor para su ciudad, su país, su trabajo o su iglesia. A veces tratan de hacerse cargo de la situación, creyendo que los demás están totalmente equivocados, y ocupan todo su tiempo pensando mal de los demás. La Ciencia Cristiana llama a esta actividad "malapráctica", y es corrosiva para la persona que la practica, ya que pervierte la actitud y el verdadero ser del individuo.

Antes de convertirse al cristianismo, Saulo estaba convencido de que él estaba en lo correcto y que los seguidores de Jesús estaban equivocados. Juzgaba en extremo a los demás. Saulo estuvo entre los que consintieron en que se apedreara a Esteban, y la Biblia explica que Saulo "asolaba la iglesia". Hechos 8:3. Sin embargo, la verdad es que, cuando ponía en prisión a los cristianos, se estaba aprisionando a sí mismo en un calabozo de justificación propia.

En ese oscuro estado mental, Saulo fue literalmente enceguecido por la luz del Cristo, cuando iba de camino a Damasco. Y cuando cedió con humildad al Cristo, la idea divina de Dios, su pensamiento y vida fueron transformados. Adoptó el nuevo nombre de Pablo, se hizo cristiano, abandonó toda persecución y brindó un apoyo inestimable a los cristianos y a sus iglesias. San Pablo expresaba la rectitud, espiritualidad y humildad derivadas de Dios; cualidades que elevan la vida de la gente para poder servir a los demás y guían hacia la esperanza, la paz y la curación.

Aun cuando el mundo a veces está a favor de personas que se hacen cargo de situaciones, impulsadas por la voluntad humana y una excesiva confianza propia, a través de las épocas los grandes líderes han expresado más humildad que jactancia. Ejemplos de éstos son los Presidentes George Washington y Abraham Lincoln, Nelson Mandela en África del Sur, o aun mucho antes, Moisés quien, al guiar a su pueblo, sabía que Dios lo instruía y gobernaba.

Así que, ¿es posible saber quién está al mando... y sentirse agradecido? Sí, si como Moisés sabemos que Dios, el Principio divino, la Mente infinita que lo gobierna todo, es realmente quien está al mando. Este poder gobernante ama a todos por igual y proporciona la sabiduría, la espiritualidad y la humildad que pone de manifiesto lo mejor en cada uno de nosotros. Esta omnipotencia nunca crea ni mantiene el combustible que incita la crítica destructiva o la justificación propia, sino que abraza al pueblo de Dios con satisfacción y paz genuinas.

De modo que, en las palabras del Apocalipsis, podríamos decir: "Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir; porque has tomado tu gran poder, y has reinado. Apocalipsis 11:17.

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