En una época había sido tan vibrante aquella iglesia fundada por el Apóstol Pablo en Éfeso! Había encendido el fuego en sus corazones. Les había hablado acerca de Cristo Jesús y sus curaciones, de su resurrección. Pablo había predicado a miles de personas en el enorme teatro. Les había enseñado a sanar, a amarse los unos a los otros como una familia, a resistirse a la inmoralidad que reinaba en la gran ciudad. Y luego, Pablo los dejó para hacerse cargo de otras iglesias cristianas en el Mediterráneo. Ahora, los miembros de la iglesia en Éfeso habían estado solos por Más de una generación y, lamentablemente, las cosas eran muy distintas.
Es verdad, se habían esforzado por mantener la fe, soportaron persecuciones, se negaron a ser atraídos por el gran Templo de Diana, castigaron a los herejes; pero ese fuego había desaparecido. Y nadie lo sabía mejor que Juan el Revelador, pastor de Éfeso y otras seis iglesias de Asia.
Desde su prisión en la isla de Patmos, posiblemente ya cerca del martirio, Juan escribió a los efesios una carta muy importante. En ella, reconocía los logros de ellos, pero también les decía lo que realmente pensaba: "Has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras". Apocalipsis 2:5.
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