Roja, lustrosa, se veía deliciosa. Sin duda la serpiente fue astuta y muy sutil, y sus promesas engañosas. "Les abrirá los ojos", le dijo a Eva. Y así ocurrió. Al comer la manzana sus ojos fueron abiertos y cuando en el jardín del Edén, el Creador lo llamó: "¿Dónde estás tú?", Adán le respondió: "Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí". Eran sentimientos de temor y vergüenza antes desconocidos para él.
Luego Dios le preguntó: "¿Quién te enseñó que estabas desnudo?" Génesis 3:1-11. Tal vez hoy en día podríamos hacernos esta pregunta. ¿Quién te dijo que dependes de las drogas? ¿Quién te convenció de que estás enfermo? ¿Quién te susurra que para ti no hay trabajo? ¿Quién te sugirió que no vale la pena recurrir a Dios?
Es bueno analizar y cuestionar los comentarios que oímos, ya sean de corrupción, temor, enfermedades, conflictos, y determinar de dónde provienen. ¿Vienen de Dios o de la serpiente?
Comer esa manzana significa aceptar las sugestiones que quisieran apartarnos del bien, instarnos a dejar de lado nuestros principios morales, hundirnos en el desaliento; que quisieran convencernos de que la pobreza y el sufrimiento son necesarios para ser salvos.
¿Cómo podemos siquiera pensar que Dios, nuestro Padre-Madre, que es el Amor mismo, pueda desear algo así para Sus hijos?
Si partimos de la base de que Dios es el bien absoluto, llegamos a la conclusión de que los pensamientos malignos y derrotistas no pueden venir de Él.
La oración es una de las formas de oponernos a los pensamientos nocivos. En ella reconocemos que el Espíritu divino es el bien y el único poder que existe. A través de la oración aprendemos que el mal no es otra cosa más que una sugestión mental que no forma parte de nuestro propio pensamiento; que el mal es un engaño; a veces sutil, otras agresivo, pero nunca deja de ser una mentira.
La creación divina es armoniosa y completa, y el hombre existe en unicidad con Dios, es decir que, no sólo está unido a Él, sino que por ser Su reflejo, es espiritualmente tan único y perfecto como Dios mismo. Reconocer nuestra verdadera e intachable identidad nos da el entendimiento, la fortaleza y la persistencia para afirmarnos en la Verdad divina de la creación espiritual, y rechazar toda sugestión mental que quisiera manifestarse como enfermedad o cualquier otra discordancia.
En este número de El Heraldo un practicista de la Ciencia Cristiana ofrece una perspectiva diferente y muy interesante sobre la Iglesia verdadera. Mientras que otros colaboradores cuentan cómo una mayor comprensión de Dios y de sí mismos los ayudó a superar situaciones adversas, tanto de escasez como de problemas físicos.
"Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo". Efesios 5:14. Este despertar espiritual, este tomar consciencia de que Dios es nuestra única Vida, nuestra única Mente, nos ayuda a rechazar los pensamientos engañosos y a reemplazarlos por las verdades espirituales que traerán felicidad, salud y progreso a nuestra experiencia diaria.
¿A quién vas a escuchar? Tu vida puede cambiar para bien; es tu derecho.
Con afecto,
