El año pasado la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana vino a Uruguay y se reunión con un grupo de 20 jóvenes en la capital, Montevideo.
Yo estaba allí. Lo que los cinco miembros de la Junta Directiva dijeron sobre el concepto espiritual de iglesia y la función que cumplen los jóvenes en ella cómo podemos trabajar para la misma y mejorarla—fue muy conmovedor para mí y me dio mucha inspiración. Sus comentarios fueron profundos, pero fáciles de entender. Era la primera vez que me reunía con los Directores. Ellos habían traído solicitudes de afiliación a La Iglesia Madre, y después de hablar con ellos, no dudé en completar una.
Aunque mi padre es Científico Cristiano, yo no siempre había estado interesado en la Ciencia Cristiana. Durante mi adolescencia me sentí bastante alejado de ella por todas las cosas típicas de los jóvenes que me apartaron un poco. Pero cuando tenía dieciocho años Ilegó mi momento decisivo.
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