En 1968, comencé a tener muchos dolores, así que decidí consultar con dos médicos, por separado, quienes coincidieron que debía operarme de urgencia de la vesícula. Como en ese momento no había cuartos libres en ningún hospital tuve que esperar alrededor de un año hasta que hubo uno disponible. Durante ese tiempo conocí la Ciencia Cristiana y empecé a leer el libro Ciencia y Salud, lo que me ayudó a reconocer que Dios jamás creó la enfermedad y la muerte, porque Él es Amor. Este nuevo conocimiento de Dios me permitió librarme de temores y otros conceptos equivocados. Cuando finalmente llegó el momento de operarme no hubo necesidad de hacerlo porque los médicos comprobaron que había sanado por completo.
No obstante, aún tenía el hábito de fumar y tiempo después, mis familiares me internaron en el hospital donde me diagnosticaron que tenía una afección cardíaca y pulmonar. Era tanto lo que fumaba que cuando los médicos vieron las radiografías dijeron que prácticamente ya no tenía pulmones.
En mi angustia por esta situación me dirigí en oración a Dios. Cuando le pedí ayuda a un maestro de Ciencia Cristiana para que orara conmigo me dijo que cada vez que tomara un cigarrillo me dijera a mí misma: "Dios no fuma y yo tampoco". Me aseguró que no sería yo quien dejaría el cigarrillo, sino que el cigarrillo me iba a dejar a mí.
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