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Segundo siglo de la Ciencia Cristiana: profundidad, dimensión, demostración

Por qué se necesita la Ciencia Cristiana hoy en día

novena parte

Del número de noviembre de 2011 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una canción muy popular de los años 60 decía: "Lo que el mundo necesita hoy es amor, dulce amor...", haciendo eco de un clamor de siglos, mucho más profundo. El amor es la primera respuesta al sufrimiento. El amor persistente, valeroso, desinteresado, consuela innumerables vidas todos los días.

No obstante, ni siquiera el amor humano más dulce promete terminar con el sufrimiento. Las personas realistas dirían que eso no es posible, excepto, claro está, por algunos realistas espirituales que han existido siempre. Ellos han reconocido que el sufrimiento cesará cuando la ilusión de que hay realidad en la materia dé paso a la comprensión del universo espiritual y perfecto de Dios. Cuando estaban en la tierra, profetas como Moisés, Elías y Cristo Jesús, vieron tan claramente a través de esa ilusión, que pudieron resistir con firmeza el despotismo, evitar desastres, sanar al atormentado y resucitar muertos, no mediante un éxtasis religioso o poder de voluntad, sino a través de una consciencia espiritual adquirida con la oración humilde e incesante.

Lo que el mundo necesita ahora y siempre es el amor científico (sí, las dos palabras van juntas) que prueba de una manera tangible y diaria, que la creación es tan buena e inalterable como el Principio divino que le da origen. La esperanza incluso de que se pueda alcanzar esta armonía en cierta medida hoy, cambia y dirige en una dirección diferente nuestra búsqueda de soluciones al sufrimiento. La profeta de la era moderna, Mary Baker Eddy, escribió: "Las teorías humanas son incapaces de hacer que el hombre sea armonioso o inmortal, puesto que ya lo es, según la Ciencia Cristiana. Nuestra única necesidad es la de darnos cuenta de eso y llevar a la práctica el Amor, el Principio divino del hombre verdadero".Ciencia y Salud, pág. 490.

El materialismo, el opuesto exacto de la Ciencia Cristiana, afirma que la materia es el fundamento y el camino del desarrollo de todas las cosas. Sin embargo, la gente ansía encontrar amor y comprensión, o sea, las cosas del Espíritu. ¿Qué más pueden hacer los Científicos Cristianos para lograr que los infinitos beneficios de la Ciencia divina, la ley del Amor, sean mejor conocidos en un mundo que la necesita con desesperación?

Los escritos de la Sra. Eddy dicen claramente que la respuesta a esta pregunta es que haya mejor curación, y que para lograrlo es necesario tomar la cruz y seguir más de cerca el ejemplo de amor espiritual de Jesús. Un aspecto crucial de ese amor es superar la resistencia a la curación espiritual que da a conocer el poder de Dios, resistencia que Jesús enfrentó y que continúa hoy en día.

En este último aspecto, podríamos decir que una forma de saber cuán necesaria es la Ciencia Cristiana hoy, es ver con cuánta pasión algunos argumentan que no lo es. Oponerse a los argumentos contrarios es esencial para superarlos. Un abogado de mucha experiencia colega del joven Abraham Lincoln en una ocasión le dijo que para ganar un caso es necesario entender la lógica y la pasión de sus oponentes.

A continuación hay algunos ejemplos de cómo hacerlo.

Resistencia médica/científica

Algunos argumentan que un sistema del siglo XIX que se apoya totalmente en la oración para sanar el cuerpo, es anticuado e irracional ante el progreso médico y científico. A menos que este argumento se refute con un buen conocimiento de la Ciencia Cristiana, puede fácilmente persuadir al público en general. En algunas áreas, los logros médicos han sido notables. Sin embargo, hace poco conversé con una doctora sumamente capacitada y obviamente interesada en sus pacientes, y me dijo que había estado viendo pacientes todo el día y no había podido ayudar a ninguno de ellos. Un pediatra amigo de ella le dijo que detesta dar medicamentos a los niños. Muchos están de acuerdo en que los costos médicos y la dependencia de los medicamentos han aumentado en demasía y parecen no tener fin. Cada vez hay más enfermedades nuevas o nombres nuevos para ellas, mientras que generaciones de personas esperan que surjan nuevos descubrimientos científicos que encuentren cura para antiguas enfermedades.

No es lógico que se deseche como innecesario un método metafísico que Jesús y muchos de sus seguidores practicaron, un método que según sus testigos sanó a multitudes de toda clase de enfermedades. Hace más de un siglo, Mary Baker Eddy observó: "Esta era aspira por el Principio perfecto de las cosas; tiende hacia la perfección en el arte, la invención y la manufactura. ¿Por qué, entonces, habría de estereotiparse la religión, y por qué no habremos de lograr un cristianismo más perfecto y práctico?"Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 232.

Hasta que la humanidad esté preparada para aprender acerca de una práctica de curación más perfecta, los compasivos esfuerzos médicos para aliviar el sufrimiento, puede que sean necesarios. No obstante, uno puede demostrar que asumir el compromiso de adquirir una comprensión de Dios que restaura la salud física, moral y mental, y que finalmente eliminará la base material del sufrimiento, es aún más necesario.

El Amor es de vital importancia para superar la resistencia ignorante contra la Ciencia Cristiana. Y es necesario verter el amor mentalmente, así como a través de las acciones. Puede comenzar sintiendo gratitud por la integridad y la compasión de tantas personas que trabajan en el campo médico y científico. La resistencia a un método espiritual de curación no se origina en estos corazones bondadosos, sino en el materialismo que socava y limita todas las ramas del conocimiento humano.

Los Científicos Cristianos están humildemente conscientes de que ellos también necesitan superar la fe en la materia. De hecho, mientras tratan de alcanzar una comprensión de la realidad espiritual, sienten el profundo deseo de apartarse de la ilusión de una vida orientada hacia la materia, en vez de tratar de mejorar las cosas dentro de ella. Y la ilusión cede cuando nos mantenemos firmes en Cristo, esa idea puramente espiritual de la vida, y rechazamos los pensamientos que nos alejan de confiar en Dios y en nuestra propia naturaleza divina. Jesús hizo exactamente eso cuando se afianzó en las Escrituras y rechazó la tentación de dudar de sí mismo y de Dios.Véase Mateo Capítulo 4.

El Amor también vence la resistencia maliciosa contra la idea espiritual. El poder de Dios es una amenaza para la mentalidad material que ansía obtener poder por móviles egoístas. La gente que se opone fuertemente a la Ciencia Cristiana no se da cuenta de que está influenciada por un odio impersonal contra Dios. La Ciencia Cristiana muestra cómo difundir la verdad, que defiende tanto a quienes la apoyan como a los que se oponen a ella, afirmando que la única Mente es Dios y esta Mente es Amor. El mal no tiene mente para realizar su propósito y no tiene poder contra la verdad que libera a todos de las limitaciones materiales.

Resistencia teológica

Algunas teologías critican la Ciencia Cristiana porque pone demasiado énfasis en sanar problemas personales y muy poco en resolver dificultades sociales. No obstante, hay muchos Científicos Cristianos que participan directamente en el mejoramiento de la comunidad. Otros encuentran que su colaboración más eficaz es la oración profundamente científica y sincera para sanar las causas mentales de las dificultades sociales. Su iglesia está específicamente diseñada para desarrollar el talento de la curación espiritual que acaba con la injusticia del sufrimiento. Todos podemos hacer más, incluso de pequeñas maneras todos los días, para demostrar nuestro amor por la tierra y sus habitantes. Pero también deberíamos estar alertas a lo que puede ser la intención oculta detrás del propósito de desacreditar la curación en la Ciencia Cristiana.

Lo que se necesita ahora son curaciones categóricas mediante la Ciencia Cristiana porque, más que ninguna otra cosa, las mismas refutan la ilusión de que hay realidad en la materia. La pasión del materialismo por preservar esa ilusión, quisiera distraernos constantemente para llevarnos a realizar actividades que son menos demandantes y en última instancia, menos capaces de cambiar vidas, sanar a los enfermos y echar fuera demonios. El control que tenía Jesús sobre la materia demostró que el poder divino sana el sufrimiento y ciertamente no lo utiliza como castigo. A la violencia de la naturaleza, este afectuoso sanador científico ordenó: "Calla, enmudece".Marcos 4:39. A la violencia humana: "Vete, y no peques más".Juan 8:11. Al sufrimiento físico: "Queda sana de tu azote".Marcos 5:34. Y los males dejaron de manifestarse.

El eminente papel que cumple la Ciencia Cristiana en su segundo siglo ha de incluir una curación más visible al público, a la manera de Cristo. Esto exigirá de los Científicos Cristianos una consagración más profunda para espiritualizar el pensamiento y la disposición de abandonar toda búsqueda basada en la materia. Nosotros podemos superar los argumentos de que no podemos o no queremos hacer esto, reconociendo diariamente nuestra verdadera naturaleza como hijos de Dios. No existe poder alguno que nos haga abandonar al Consolador, el único que puede terminar con la pobreza, la injusticia y el sufrimiento físico.

Resistencia política o interpersonal

La oposición a la Ciencia Cristiana también asume la forma de contiendas de todo tipo. El conflicto se puede entender como la insistencia del mal/materialismo en negar la verdad esencial de la Ciencia Cristiana, es decir, la unidad y el amor de Dios reflejado en la unidad y el amor de la creación. Toda división pertenece a la ilusión de la vida material. La armoniosa diversidad que existe dentro de la unicidad es la realidad de la existencia espiritual. Separarse de los demás no termina con las contiendas como promete hacerlo. Es el Amor que no se da por vencido lo que acaba con ellas. El amor semejante al Cristo anula al enemigo que quisiera dividir y debilitar las familias, las comunidades y las naciones.

La Ciencia Cristiana nos ha dado los medios para "llevar a la práctica el Amor, el Principio divino del hombre verdadero". Un lugar importante para esta práctica es la Iglesia. La Iglesia es lo suficientemente expansiva como para incluir frescura y espontaneidad juvenil, así como devoción y madurez espiritual. Si no logramos resolver esta unidad entre aquellos que están de acuerdo en que Dios es la única Mente, ¿qué tenemos para ofrecer al mundo? La unidad demostrada mediante un amor paciente semejante al Cristo, los unos por los otros, abre el camino para sanar todas las discordancias.

Nunca ha habido una necesidad más grande de que el dulce amor del cristianismo científico termine con el sufrimiento que el Amor jamás concibió. Precisamente porque responde a la necesidad humana, el Amor divino continuará sustentando a la Ciencia Cristiana y a la Iglesia, así como a las personas que han asumido el compromiso de demostrar esta Ciencia.

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