Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

El Cristo

Del número de noviembre de 2011 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Me preguntaron cómo he reconocido al Cristo en mi vida.
La pregunta, en cuya respuesta se encuentra la única experiencia real, es mi elogio divino.

Un camino largo y estacionario, guiado siempre adelante por la sed de Verdad, la morada del Cristo.
Al Cristo lo he encontrado en el silencio de la madrugada, acompañado por el canto de los pájaros,
invisibles en la niebla misteriosa.

Mirando la luz del sol que brilla sobre las aguas del mar.
Sintiendo la brisa acariciándome en el calor del día, distante, pero más cerca que mi respirar.

Al Cristo lo he visto en las sonrisas de los niños; inocencia y alegría de un verano sin fin.
En la dulzura del sonido de la lluvia sobre el tejado; suave llanto de felicidad.
Buscando sin comprender; la naturaleza del deseo del alma, la presencia sanadora.
En el perfume de las flores del campo, también lo he encontrado; una hermosa vista de color y verde,
la sonrisa de mi Señor.

El Cristo lo he visto en mi vecino necesitado y en el placer de ayudarlo.
En la sabiduría del más humilde,
en el buen consejo de un padre y abuelo,
en la protección y afecto de una madre,
en el rostro iluminado de un maestro.

Me habla en la quierud del bosque, sin palabras.
Me acompaña en la soledad de la muchedumbre, sin verlo.
En el gozo de observar la belleza del mundo; allí está.
En su esencia eterna, vislumbres de paraíso, gotas de las estrellas.
El Cristo me ha abrazado con ternura, con los brazos de mi esposa.
El Cristo ha reído conmigo, con el entusiasmo de mi hijo.

En continentes lejanos y países ajenos, lo tuve a mi lado, guiándome, consolándome.
En el campo de trigo suavemente moviéndose en el viento; allí está, susurrando a mi espíritu.

Sobre las montañas altas y los valles escondidos, enseñándome sin explicaciones, la memoria del ser,
como una música conocida.

Un día, el Cristo me llegó en la poesía, fuente de mi corazón.
También, un día, al Cristo lo encontré en un libro, explicándome todo, dándome todo;
el universo puesto en mi mano.

El libro, mostrándome el Cristo en mí mismo y en todos los demás.
La felicidad definitiva y completa, expresada en la Verdad que me rodea, siempre.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / noviembre de 2011

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.