Recientemente estuve estudiando en el Evangelio según Lucas, el relato en el que Jesús, después de la resurrección, va de camino a Emaús hablando con dos de sus seguidores. Me impactó este comentario de uno de ellos: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”Lucas 24:32.
¡Piensa en esto! Aparentemente, al principio estos seguidores no se dieron cuenta de que el hombre que hablaba con ellos era Jesús, sin embargo, sintieron tan fuertemente el ánimo espiritual del Cristo en sus palabras, que sus corazones “ardían” dentro de ellos.
¿Has tenido alguna vez una experiencia en la que hayas sentido tanta alegría e inspiración que tu corazón “ardió”? Los atletas, artistas y músicos con frecuencia dedican muchas horas de práctica para entrenarse o desarrollar su profesión sin una sola queja, porque sus corazones anhelan dominar esa actividad. Cuando yo era niño, había algunos cursos en la escuela que realmente me gustaban mucho y sentía el ardiente deseo de estudiarlos. Lo mismo me ocurrió cuando era más grande y trabajaba con gente joven en un campamento de verano. Luego, después de graduarme de la universidad, hice un curso de 12 días de instrucción en la Ciencia Cristiana, y recuerdo que me sentí tan feliz por lo que estaba aprendiendo acerca de Dios, que caminaba por todas partes con una sonrisa, y pensaba: “Si, esto es justamente lo que quería”. Cuando nuestro corazón arde por alcanzar algo, cualquier sacrificio que sea necesario para lograrlo realmente no es de ninguna manera un sacrificio.
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