Al tercer mes de mi embarazo, regresaba de trabajar cuando al doblar en la esquina de casa sentí mis piernas mojadas. En el instante, me vinieron ideas que había aprendido desde niña en la Escuela Dominical, incluso de que el Amor divino es el Creador único, nuestra Vida. En ese momento, me sentí rodeada, "empapada", de Amor. Pronto me envolvió una sensación de tranquilidad, alegría y gratitud por lo que había recibido durante toda mi vida. Al llegar a casa fui a cambiarme y encontré que estaba sangrando mucho, algo que no se suponía ser parte de esa etapa del embarazo. Con mucha tranquilidad se lo dije a mi marido y decidimos llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí.
La oración me fue llevando a recuperar la conciencia de mi unidad con Dios, y de cuál es nuestra verdadera individualidad. Asimismo pude ver que todo lo bueno viene de Dios y que la expresión de Su ser es completa, que toda Su creación está compuesta de ideas, las que no pueden lastimarse entre sí. Esta cita de Ciencia y Salud me fue de mucha ayuda: "Sólo reconociendo la supremacía del Espíritu, que anula las pretensiones de la materia, pueden los mortales despojarse de la mortalidad y hallar el indisoluble vínculo espiritual que establece al hombre eternamente en la semejanza divina, inseparable de su creador".Ciencia y Salud, pág. 491.
Un rato más tarde, no sólo seguía sangrando, sino que sentí que caían agua y tejidos. Sin embargo, me mantuve firme en lo que había aprendido de mi relación con Dios, y negué la creencia de que la vida pueda proceder de la materia, pues toda existencia procede de Dios y permanece en Él. Me sostuve en el pasaje que mi abuela siempre me dice: Resistid la tentación de creer que la materia es inteligente, que tiene sensación o poder".Ibíd., pág. 218. Con estos pensamientos centrados en Dios, en Su amor y en nuestra unidad con Él, me fui a dormir. Descansé como no lo había hecho en mucho tiempo. El sangrado cesó y todo volvió a la normalidad. Y el embarazo continuó desarrollándose sin problemas.
Finalmente, cuando llegó el día del parto, se rompió la bolsa, pero no tenía ninguna contracción que marcara que el nacimiento era inminente. Cuando llamé al doctor que seguía mi embarazo, me enteré de que estaba bastante lejos, fuera de la ciudad. Seguimos orando con mi esposo, teniendo la certeza de que mi "Especialista", Dios mismo, estaba ahí con nosotros.
A la mañana siguiente, nos encontramos con el doctor que ya había regresado, y cuando vio que no estaba con trabajo de parto dijo que si no llegaba pronto la criatura iba a ser necesario practicar una cesárea, ya que habían transcurrido varias horas desde que se había roto la bolsa.
Mientras esperábamos en nuestra habitación del hospital, estábamos leyendo en Ciencia y Salud un pasaje que se refiere a la obstetricia Cientifica,ibíd., pág. 463. cuando entró el doctor a la habitación y escuchó lo que leíamos. Se sonrió y dijo: "¡Yo tengo una copia de ese libro!" Lo había recibido de una amiga hacía muchos años atrás. Sorprendidos y con alegría le explicamos brevemente nuestra forma de pensar y de hacer frente a situaciones como ésta. Me examinó y dijo que faltaban unas 3 ó 4 horas para el nacimiento. Seguí orando y recuerdo claramente que en mi pensamiento repetía: "Dios es Amor, y ¡no hay más!" Mientras que mi marido, luego me comentó, afirmaba constantemente: "Dios está a cargo".
A los 20 minutos volvió el doctor y me dijo que yo estaba lista para el parto. Este resultó de forma natural y en cuarenta minutos se produjo el nacimiento. Todo tuvo un desarrollo armonioso, incluso pude amamantar al bebé en el momento que llegó a la habitación. Esa noche ya pude caminar y hoy no tengo ningún recuerdo de haber sufrido para nada en aquella experiencia. A la mañana siguiente, el doctor comentó que si no hubiera sido por nuestra forma de pensar, el parto hubiese terminado en una operación.
Siento una inmensa gratitud por haber sido testigo junto a mi esposo de la manifestación de la obra divina y de saber que el Amor inunda cada rincón de nuestra vida y no deja que nos sintamos solos o incapaces de reflejar Sus cualidades.
