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bienvenida

Esta receta para la felicidad no falla

Del número de septiembre de 2011 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Finalmente, el comandante da la orden de cerrar la puerta del avión. Ajustados sus cinturones, los pasajeros se preparan de distintas formas para el decolaje. Algunos se sienten un poco inquietos; no les gusta volar. Otros, se ponen a orar para tranquilizarse; mientras que muchos otros han viajado tantas veces que son indiferentes a las recomendaciones y demostraciones que hacen las azafatas.

Tengo que admitir que muchas veces no miro cuando ellas indican cómo debemos ponernos la máscara de oxígeno si se llega a despresurizar la cabina. Sin embargo, me gusta mucho y recuerdo con frecuencia la enseñanza que ese acto nos ofrece sin saberlo. La indicación es que debemos ponernos la máscara nosotros primero, y después de ajustarla, ayudar a los niños y a otras personas que estén a nuestro lado. Lo que ocurre es que si les ponemos las máscaras a ellos primero, podemos perder el conocimiento por la falta de oxígeno, y ¡ahí sí, que no vamos a poder ayudar a nadie!

Para mí esto es un recordatorio de la importancia de orar por nosotros mismos todos los días. De renovar nuestro pensamiento, de comenzar el día estableciendo claramente que Dios, la Vida de cada uno de nosotros, es lo único que está presente. Que Él es la Mente infinita, la única consciencia que existe.

En nuestra oración también es importante reconocer que somos ideas espirituales, puras, perfectas e inteligentes, y que la Mente divina es también nuestra Mente, y que, por lo tanto, no podemos tener otra consciencia más que el bien.

Este reconocimiento de la omnipresencia, omnipotencia y omniscirncia de Dios, forma una base sólida en nuestra consciencia que transforma nuestra manera de enfrentar la vida diaria. Para mí, ayuda a que se cumpla la promesa con que Mary Baker Eddy comienza su libro Ciencia y Salud: "Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones".

El universo fue creado por la Mente infinita, y Su perfección es reflejada y expresada por cada una de las manifestaciones de esa Mente. La creación de Dios está siempre presente y es totalmente buena, perfecta y sana. Todos manifestamos belleza y armonía de infinitas maneras diferentes, por eso, cada una de las ideas de Dios es tan única como Él mismo.

La armonía y la belleza del ser se definen a través de nuestras cualidades espirituales. Es decir que expresamos inteligencia siempre que manifestamos sabiduría y comprensión; amor cuando tenemos paciencia y compasión; expresamos belleza siempre que manifestamos alegría y buen humor; armonía cuando sentimos gratitud y nos regocijamos hasta con las cosas más pequeñas, poniendo así en evidencia nuestra pureza e inocencia.

En este número del Heraldo uno de nuestros colaboradores habla de nuestra identidad espiritual y de la importancia de reconocerla a cada paso. Otro comenta acerca de la necesidad de abandonar los conceptos falsos y obtener la verdadera idea de las cosas. Mientras que el artículo para jóvenes habla de belleza innata.

El reconocimiento constante de nuestra espiritual es lo que contribuye a que tengamos una vida armoniosa, en paz y llena de propósito.

Esta es la verdadera receta para ser feliz porque la expresión de nuestras cualidades espirituales determinan tanto nuestra belleza interior, salud y apariencia física, como nuestro progreso en todos los órdenes de la vida.

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