En una época de tantos desafíos muchas veces puede que sintamos como un vacío en nuestro interior. Tal vez pensemos que si damos algo, ya sea dinero, tiempo, esfuerzo, nos va a faltar a nosotros.
Sin embargo, el dar forma parte de nuestra naturaleza, y en la medida en que damos, se activa la ley de Dios de dar y recibir.
En Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy afirma: "No existen vacíos". Para el sentido material, puede que parezca que enfrentamos situaciones de carencia, de ausencia o pérdida de alguna cosa o persona; de falta de empleo, de recursos, de compañía, de amor, o de capacidad. Sin embargo, cuando reconocemos que el reino de Dios está aquí presente, empezamos a ver que no puede haber vacíos porque todo el espacio está ocupado por el Amor divino.
La historia de Rut, en la Biblia, deja bien en claro dónde está la fuente que satisface todas las necesidades humanas, que es el Amor divino. Dios está siempre presente en toda situación, aun en las más simples y cotidianas.
Según el relato bíblico, una mujer de Moab, llamada Rut, queda viuda, al igual que su concuñada y su suegra, Noemí, quien es israelita. La situación de las tres es crítica, se encuentran solas en una tierra donde reina el hambre, sin protección alguna en una sociedad gobernada por hombres, donde la mujer juega un papel secundario. Esta situación lleva a Noemí a tomar la decisión de regresar a su tierra natal, Belén de Judá, pero aconseja a sus nueras que regresen a sus hogares donde, junto a sus padres, podrán comenzar una nueva vida. Rut, impulsada por el gran amor que siente por su suegra con la que ha vivido durante diez años, decide quedarse con ella para protegerla en su vejez. No ignora los riesgos a los que se verá enfrentada al ser una extranjera en tierra extraña, sin marido y careciendo de seguridad y estatus social. Sabe que deberá aprender nuevas costumbres y adorar a un Dios hasta ese entonces desconocido para ella.
Con una inquebrantable lealtad a Noemí vence el temor y el orgullo de depender de la caridad, y con sincera humildad y mansedumbre, una vez afincadas en Belén, toma la iniciativa de ir a recoger lo que los dueños de las cosechas dejan caer en su recolección. Su buen proceder, y el olvido de sí misma en pos del bienestar de los demás, es lo que la bendice con el favor y la gracia de Booz, un pariente lejano de su marido. Los motivos y propósitos abnegados de Rut son buenos y son los que iluminan su camino y la llevan a poner en práctica las cualidades tanto femeninas de dulzura, cuidado maternal, consuelo, olvido de sí misma, como las masculinas de valor, fortaleza, iniciativa, sostén. Ella es entonces recompensada al casarse con Booz, "ante cuyos ojos [halla] gracia", y más tarde, con un hijo, quien sería para Noemí un consuelo y cuidado en su vejez.
La luz de la Ciencia Cristiana ilumina espiritualmente este texto. Si partimos del hecho de que somos los hijos amados de Dios, podemos afirmar que ya somos completos e incluimos todas las ideas correctas en nuestro verdadero ser. Nunca se trata de que un marido, un hijo o cualquier otra persona, sea quien nos da el bien. No hay intermediarios entre Dios y el bien que brinda a Sus Hijos; es más, Sus hijos son la expresión misma del bien.
Es natural en cada uno amar porque en realidad somos la expresión del Amor, y cuando amamos manifestamos las leyes de Dios.
Rut puso en práctica las cualidades inherentes a su verdadero ser, lo que le proporcionó todo lo necesario humanamente, no sólo a ella, sino también a su suegra.
La declaración de la Sra. Eddy: "El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana",Ibid., pág. 494. me ha hecho ver que en el reino de Dios, en el que, según Pablo vivimos, nos movemos y somos, no hay necesidad alguna, y cuando comprendemos esto, la abundancia del bien se manifiesta naturalmente en nuestra vida.
Cuando afirmamos que algo nos falta, sin darnos cuenta estamos aceptando una situación que no nos permite ver la abundancia de bien que Dios ha creado. Mientras que, cuando reconocemos—con la plena seguridad y confianza que nos da la ley del Principio divino—que ya estamos satisfechos, podemos percibir toda esa abundancia bienhechora en nuestra experiencia diaria.
Al orar por alguna situación, me ha ayudado tener el sincero deseo de dejar lo viejo por lo nuevo; es decir, abandonar los falsos conceptos basados en lo que los sentidos nos dicen y obtener la idea verdadera de las cosas, como lo explica Ciencia y Salud: "La metafísica resuelve las cosas en pensamientos y reemplaza los objetos de los sentidos por las ideas del Alma. Esas ideas le son perfectamente reales y tangibles a la consciencia espiritual, y tienen esta ventaja sobre los objetos y pensamientos del sentido material—son buenas y eternas".ibíd., pág. 269.
Me he dado cuenta de que es importante tener esto presente en nuestra oración, afirmando la verdad de nuestro ser espiritual cuando nos negamos a aceptar todo concepto limitado y errado. Así puedo ver que no queda vacío alguno que pretenda negar la ausencia de la Verdad.
Como lo muestra la historia de Rut, todos tenemos derecho a todo el bien.
