Para la percepción humana los gigantes realmente existen. Puede que sea un gigante de enfermedad, edad, depresión, escasez, preocupación acerca del futuro, pérdida de esperanzas, desarmonía en la iglesia. Si bien todos enfrentamos gigantes, es lo que pensamos acerca de ellos lo que nos ayuda a poner en perspectiva su amenazador tamaño. La Biblia aclara esto con la historia de Josué y Caleb, a quienes Moisés envió a reconocer Canaán. Véase Números caps. 13 y 14. Él quería que evaluaran cómo eran la tierra y su gente. Envió 12 exploradores en total, uno por cada una de las 12 tribus de Israel. Antes de que partieran, Moisés le dio a Oseas, hijo de Nun, el nuevo nombre de Josué Núm. 13:16. o “Dios salva”. Luego les pidió a todos que se esforzaran en realizar esta tarea. Núm. 13:20.
Al cabo de 40 días, Josué y Caleb regresaron trayendo uvas, granadas e higos, y dijeron: “Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel;... Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas;... Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos. Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros”. Núm. 13:27, 28, 30, 31.
La mayoría, diez de los doce, dijo haber visto “gigantes”, “y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas”. Núm. 13:33. Cuanto más contaban su historia, más real se volvía para ellos, y tanto más crecía el terror de la gente.
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