Un día, al tomar un ómnibus que venía lleno, puse el pie en el estribo antes de agarrarme, y cuando arrancó de repente, fui despedida y caí al pavimento. De ahí en adelante no recuerdo nada más, pues perdí el conocimiento. Cuando desperté, unas personas me habían levantado y me sacudían. Al abrir los ojos lo único que podía ver era todo color rojo vivo, al recibir directamente el resplandor de las luces de los carros. Si bien hacía poco que leía el libro Ciencia y Salud, recordé que decía que Dios era mi vida, así que empecé a repetir esto en mi pensamiento.
Luego me subieron a un taxi que iba en la misma dirección que el ómnibus. Cuando subimos un puente, recordé que por ahí vivía mi hijo mayor, así que con señas le indiqué al chofer cómo ir a su casa, pues yo no podía hablar. Cuando mi hijo me vio, me llevó de inmediato al hospital.
Después de revisarme y ver los síntomas que tenía, el doctor comentó: “Tiene traumatismo encéfalo craneano, no hay nada que hacer. No le quedan más de dos horas de vida”.
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