En los últimos meses la violencia se ha disparado en el Estado de Veracruz, en México. Se han producido múltiples asesinatos en manos del crimen organizado. Yo vivo en una región diferente, pero todo mi país está sacudido por estas olas de violencia. La globalización, la marginación, la migración, la migración, la desigualdad, el desempleo, agravan la situación.
Los carteles de la droga han diversificado sus actividades en trata de personas, extorsiones, secuestros, intimidación y venta de “seguridad”. Esto está afectando a todos los países, y debemos unir nuestros esfuerzos para recuperar la paz.
Por otro lado, la buena voluntad de las personas se ve reflejada en acciones civiles organizadas como marchas por la paz y campañas de oración donde participan juntos cristianos de muchas denominaciones religiosas. Algunas iglesias han reportado un incremento en el número de asistentes. La gente está buscando refugio y consuelo en Dios. Esta es una señal de que están tratando de acercarse más a Dios. Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia Cristiana, escribió: “Mi Padre celestial jamás me dejará sin consuelo, en la amplitud de Su amor; acercándose más en mi necesidad, más tiernamente para salvar y bendecir”.Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 249.
Necesitamos la ayuda divina. Y la ayuda de nuestro Creador está siempre presente para darnos fortaleza, de modo que Su sabiduría se refleje en quienes estén a cargo de la ley y el orden.
¿Cómo podemos orar? La Biblia nos pide que empecemos con el amor: “Yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. Mateo 5:44. También dice: “Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio; Salvador mío; de violencia me libraste”. 2° Samuel 22:3.
Estas ideas de la Biblia señalan hacia nuestro hogar celestial, donde podemos sentirnos protegidos y a salvo. Podemos encontrar este hogar a medida que permitimos que el amor y el perdón reinen en nuestros corazones. La Biblia también promete: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. Romanos 8:1. Aquí encontramos que todos hemos sido perdonados por nuestro Padre Dios, y por lo tanto, está dentro de nosotros la capacidad de perdonar.
Yo he podido constatar el poder de la oración en este sentido. Hace tres años, cuando comenzaba a arreciar la violencia en el norte de México, uno de mis hijos y su familia estaban viviendo en Reynosa, en el Estado de Tamaulipas. Una amiga me llamó un día para decirme que en el barrio donde vivían mi hijo y su familia había habido una balacera que duró varias horas. El evento empezó en la calle de atrás de la casa donde vivían y se extendió por varias cuadras a la redonda. Mi nuera estaba en su casa, y su pequeño hijo se encontraba cerca en un jardín de infantes. No había forma de comunicarse con ellos. Enseguida oré como he aprendido en la Ciencia Cristiana, sabiendo que Dios estaba cuidando de ellos y protegiéndolos, y por lo tanto, estaban fuera de peligro. Me vino al pensamiento el siguiente pasaje: “A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos”. Salmo 91:11.
Un poco más tarde, logré comunicarme con mi nuera y alentarla, ella entonces pudo salir a recoger a su hijo. Las maestras del jardín de infantes habían puesto a salvo a los niños. La palabra de Dios es poderosa. La omnipotencia y omnipresencia de Dios siempre opera a favor de toda la humanidad.
 
    
