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Sana de una herida profunda

Del número de julio de 2012 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un día, fui a casa de una persona que me había prestado dinero por lo que estaba muy agradecida, pues además de hacerme el favor no me cobraba intereses. No me gustaba pedir dinero prestado y nunca antes había tenido necesidad de hacerlo, pero en ese momento, tuve que recurrir a ella varias veces para que me prestara dinero.

Antes de tocar el timbre, observé que el jardín estaba cubierto de césped mal cuidado y también de basura. Pensando en la gratitud que tengo por ella y su familia, sentí que esta era una oportunidad para expresar amor hacia ellos.

Recogí la basura en un montón y saqué varias raíces lo mejor que pude con mis manos. Luego timbré y le pedí que me prestara una herramienta para terminar la labor y como no tenía ninguna, me dio un cuchillo. Fue entonces que, al arrancar las raíces más profundas, no vi que había un vidrio el cual se clavó en mi mano derecha entre el dedo anular y el medio y atravesó hasta la piel del otro lado de la mano. Al sacar el vidrio, fluyó sangre abundantemente. Entonces cerré la mano y recurrí a Dios en oración.

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