Un día, fui a casa de una persona que me había prestado dinero por lo que estaba muy agradecida, pues además de hacerme el favor no me cobraba intereses. No me gustaba pedir dinero prestado y nunca antes había tenido necesidad de hacerlo, pero en ese momento, tuve que recurrir a ella varias veces para que me prestara dinero.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!