Todo corazón humano anhela independencia y libertad individual, y ni la voluntad humana ni ninguna circunstancia pueden reprimir este anhelo. Esto se debe a que Dios nos ha dado a todos el derecho innato y permanente de tener dominio.
Es fundamental comprender el dominio que Dios nos ha otorgado a todos para que experimentemos más libertad a nivel individual, familiar, comunal y nacional, así como para cuidar adecuadamente del ambiente de la tierra y de todas sus criaturas. Con respecto a este tema, últimamente, me ha llamado la atención el sentido espiritual del relato de la creación en el primer capítulo del Génesis.
La gente habla de tener, o procurar tener, dominio sobre el mal. Esto, por supuesto, es muy deseable y necesario, de manera que me hizo recapacitar cuando me di cuenta de que el dominio que Dios nos dio a cada uno fue otorgado en un universo donde el mal no existe: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera“. Génesis 1:31. Así que me pregunté: “¿Qué es exactamente ese dominio que Dios nos dio? ¿Cómo podemos ponerlo en práctica con eficacia en nuestra vida, donde es necesario superar el mal?”