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Dios nos dio dominio

DOMINIO: estar subordinado a Dios únicamente

Del número de julio de 2012 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Journal


Todo corazón humano anhela independencia y libertad individual, y ni la voluntad humana ni ninguna circunstancia pueden reprimir este anhelo. Esto se debe a que Dios nos ha dado a todos el derecho innato y permanente de tener dominio.

Es fundamental comprender el dominio que Dios nos ha otorgado a todos para que experimentemos más libertad a nivel individual, familiar, comunal y nacional, así como para cuidar adecuadamente del ambiente de la tierra y de todas sus criaturas. Con respecto a este tema, últimamente, me ha llamado la atención el sentido espiritual del relato de la creación en el primer capítulo del Génesis.

La gente habla de tener, o procurar tener, dominio sobre el mal. Esto, por supuesto, es muy deseable y necesario, de manera que me hizo recapacitar cuando me di cuenta de que el dominio que Dios nos dio a cada uno fue otorgado en un universo donde el mal no existe: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera“. Génesis 1:31. Así que me pregunté: “¿Qué es exactamente ese dominio que Dios nos dio? ¿Cómo podemos ponerlo en práctica con eficacia en nuestra vida, donde es necesario superar el mal?”

Comencé por ver cuán importante es tener claro en el pensamiento la verdadera naturaleza de Dios, nuestro Creador. Una comprensión espiritual de Dios y Su creación es sumamente necesaria para entender y sentir dominio en la vida. Dios es el Espíritu infinito e incorpóreo, o Mente divina, en quien toda la creación consiste de ideas espirituales gobernadas por Él.

El relato de la creación en el primer capítulo del Génesis es la revelación progresiva que efectúa la Mente divina de su propio y vasto sistema de ideas eternas, que culmina en la revelación completa que se denomina hombre, la imagen y semejanza espiritual de la Mente, la identidad real de todos. “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”. Gén. 1:26. Los peces, las aves, las bestias, y así sucesivamente, son en realidad ideas espirituales gobernadas por Dios.

El dominio está relacionado con el gobierno o el poder de un soberano. El soberano, o autoridad suprema en el reino infinito de Dios, es, por supuesto, Dios Mismo. Él es el Rey. No hay otro. Dios, la Mente divina, tiene total autoridad sobre cada una de Sus ideas. Su creación de ninguna manera puede usurpar Su lugar y apoderarse de Su autoridad.

¿Entonces, cómo es que el hombre tiene dominio? El hombre refleja la autoridad de Dios. Por ser el reflejo completo de Dios, el hombre incluye en sí mismo toda idea espiritual de Dios, y cada una de estas ideas — por ser menor que el todo — está subordinada al hombre. El salmista declaró refiriéndose al hombre: “Le diste dominio sobre las obras de tus manos; pusiste todas las cosas debajo de sus pies”. Salmo 8:6, según la versión King James. Ninguna idea inferior de Dios puede usurpar el lugar del hombre, la idea completa de Dios.

Por lo tanto, el hombre es un territorio soberano. Tiene total autoridad sobre sí mismo porque sabe que él y todo el universo están bajo la suprema autoridad de Dios. Creo que esto es a lo que se refería Cristo Jesús cuando dijo: “El reino de Dios dentro de vosotros está”. Lucas 17:21, según la versión King James.

Como explica Mary Baker Eddy: “El hombre no está hecho para labrar la tierra. Su derecho inherente es el señorío, no la servidumbre. Él es el amo de la creencia de tierra y cielo, él mismo subordinado sólo a su Hacedor. Esta es la Ciencia del ser”.Ciencia y Salud, págs. 517–518. Esa es la majestad del hombre a imagen de Dios. Por esto, la Sra. Eddy dio esta instrucción a sus seguidores: “Sepan, entonces, que ustedes poseen poder soberano para pensar y actuar correctamente, y que nada puede desposeerlos de su herencia y abusar del Amor”.Pulpit and Press, pág. 3.

Ese es el argumento decisivo: “pensar y actuar correctamente”. Esto es lo que trae el dominio que Dios nos ha otorgado a la tierra. La Ciencia de nuestro dominio espiritual debe ponerse en práctica. Es una responsabilidad individual que cada uno de nosotros necesita asumir, a fin de mantener nuestros pensamientos y acciones subordinados únicamente a Dios, el bien. Hacer esto nos brinda una libertad cada vez mayor no sólo a nosotros, sino también a todos los demás y a todo aquello que está dentro de la atmósfera de nuestro pensamiento. Aquí no existe la competencia, no hay manipulación para obtener una posición de autoridad, no existe la dominación sobre otros o sobre la tierra, porque toda la autoridad que necesitamos proviene de estar subordinados a Dios, quien lo bendice todo; y cada uno de nosotros tiene esta autoridad.

La dignidad y el poder de nuestra soberanía como reflejos de Dios entran en juego en nuestra vida a través de la humildad. La humildad mantiene nuestros pensamientos y acciones subordinados a Dios únicamente, y nos hace estar dispuestos y ansiosos de abandonar los patrones negativos del pensamiento y de la forma de vivir. La humildad permite que el Amor divino gobierne en nuestro corazón, capacitándonos para dejar de lado la opinión personal, el orgullo y la voluntad propia, pensando en lo que es mejor para todos. Nos proporciona los medios para ocuparnos en nuestra diaria tarea de ejercer dominio sobre nosotros mismos.

El éxito siempre viene cuando nos inclinamos ante el reino de Dios dentro de nosotros y dejamos que esto se haga cargo del día. Con esto en mente, la Sra. Eddy incluyó un Estatuto en el Manual de La Iglesia Madre titulado “La oración diaria”: “Será deber de cada miembro de esta Iglesia orar diariamente: ‘Venga Tu reino’; haz que el reino de la Verdad, la Vida y el Amor divinos se establezca en mí, y quita de mí todo pecado; y ¡que Tu Palabra fecunde los afectos de toda la humanidad, y los gobierne!”Manual, pág. 41.

Me encanta “La oración diaria”. Pienso que es la oración para hacerme cargo de mis propios asuntos. Al considerarla seriamente — dejando que el reino de Dios gobierne mi corazón y pensamientos y “quite de mí” todo aquello que es desemejante a Dios — esto me lleva a ejercer dominio sobre mí misma, y confiar en que Dios “fecunde los afectos de [los demás], y ¡los gobierne!” Esto es un alivio muy grande, y hace que el poder de Dios tenga un efecto en las cosas que me ocupan.

Orar de la manera en que “La oración diaria” indica, nos permite ejercer dominio en cualquier aspecto de la vida. Pone el pensamiento en línea con el hecho espiritualmente científico de que nada —absolutamente nada— ni el cuerpo, ni un trabajo, ni otras mentes, ni la economía, ni el clima, ni siquiera un régimen represivo, sino Dios, tiene autoridad sobre nosotros. Nada puede impedirle a alguien que piense y actúe correctamente, porque el hombre está subordinado únicamente a la Mente divina que todo lo sabe y que está presente en todas partes. Esta Mente nos imparte perpetuamente sus ideas y nos da el poder para percibirlas.

Todo lo que es desemejante a Dios es tan solo un pensamiento engañoso, o creencia falsa, que no tiene mente alguna que lo apoye. Todos pueden ejercer dominio sobre sus propios pensamientos y acciones al darse cuenta de que todos y todo está subordinado a la única Mente que realmente existe. La idea exacta necesaria para desacreditar y anular toda creencia falsa está aquí ahora, para que la discernamos y la pongamos en práctica, bajo cualquier circunstancia.

En la medida en que la consciencia humana individual es subordinada a la Mente divina, que es el Amor, la experiencia humana mejora. Esto se debe a que, aunque parezca lo contrario, todo lo que observamos es en realidad la manifestación del pensamiento. El cuerpo físico, por ejemplo, es simplemente un cuerpo de pensamientos. Por lo tanto, el cuerpo humano mejora cuando la mente humana cede a la divina.

El capítulo “La práctica de la Ciencia Cristiana” en Ciencia y Salud, instruye: “La Mente es el amo de los sentidos corporales, y puede conquistar la enfermedad, el pecado y la muerte. Ejerce esta autoridad otorgada por Dios. Toma posesión de tu cuerpo y gobierna sus sensaciones y acciones. Levántate en la fortaleza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien. Dios ha hecho al hombre capaz de esto, y nada puede invalidar la capacidad y el poder divinamente concedidos al hombre”.Ciencia y Salud, pág. 393.

Todos podemos aprender a “tomar posesión de [nuestro] cuerpo y a gobernar sus sensaciones y acciones”, al comprender que nuestro cuerpo físico está subordinado a nosotros como reflejos espirituales de Dios. Cada uno de nosotros tiene autoridad para decidir lo que vamos a pensar de nuestro cuerpo, en lugar de permitir que nuestro cuerpo nos diga cómo pensar y sentir. Todos podemos decidirnos a pensar los pensamientos que el Amor divino imparte, y rechazar las creencias erradas.

Quienes practican la Ciencia Cristiana han probado una y otra vez que el cuerpo físico mejora de esa forma. Miles de curaciones en la Ciencia Cristiana, publicadas e inéditas, dan testimonio de la eficacia de este método de curación.

Por supuesto, nuestro dominio se extiende infinitamente más allá de nuestro cuerpo físico. Se extiende a todo el contenido de nuestro pensamiento, a todo aquello que nos es posible observar o pensar, incluso a “las aves de los cielos”, y más allá.

Hace unos veinte años, una enorme bandada de estorninos pintos hicieron su residencia en un fresno muy grande situado al borde de la calle enfrente de nuestra casa. Durante varios años, llegaban en marzo y se quedaban hasta mediados de octubre, quedándose en ese árbol desde el anochecer hasta el amanecer. La suciedad que dejaban en los jardines, las veredas y la calle era muy desagradable, y el ruido que hacían desde la mañana temprano no era de ninguna manera música para los oídos. Los vecinos, mi esposo y yo, junto con la ciudad, buscamos y empleamos varios métodos, que supuestamente habían demostrado ser eficaces, para persuadirlos a que se fueran, pero nada funcionó.

Una noche de verano, en una fiesta de vecinos, uno de ellos muy frustrado dijo que estaba pensando seriamente en sacar su escopeta y disparar contra el árbol, aunque sabía que era ilegal hacerlo. Realmente no pensé que lo haría, pero su comentario realmente me hizo orar al respecto, tal como uno, claro está, debería hacer desde un principio, en lugar de esperar a que todo lo demás falle.

Al orar me centré en la idea del dominio que Dios ha dado al hombre. Me di cuenta de que las criaturas de Dios no tienen autoridad sobre el hombre, sino que Dios le ha dado al hombre autoridad sobre todas las cosas. Si bien yo había estado pensando que los estorninos traían problemas, y eran aves ruidosas y sucias, en mis oraciones comencé a reconocerlos como ideas de Dios inteligentes y bondadosas. Mi pensamiento cedió a un sentido de amor por estas aves. Yo no sabía cuál era el propósito que Dios les había dado, pero sabía que debía ser bueno.

Una noche, después de oscurecer, mis oraciones me guiaron a caminar hasta el pie del árbol, mirar hacia arriba y mentalmente dirigirme a los estorninos. Con amor y autoridad les dije: “Ustedes son las criaturas de Dios. Son inteligentes y considerados. Hay muchos lugares adonde pueden ir donde no serán una molestia para nadie. Yo sé que ustedes pueden encontrar y encontrarán un lugar así”. Para mí eso resolvía la situación, así que no pensé más en ello.

Al día siguiente, salí en un viaje de negocios. Cuando regresé dos semanas después, no había señal alguna de los estorninos. El vecindario estaba limpio y tranquilo. Le pregunté a mi vecino si había usado su escopeta. A lo que me contestó: “No. Ocurrió algo muy curioso. Hace dos semanas simplemente se fueron”. Y nunca regresaron.

Hubo una valiosa lección en esta experiencia. Antes de poder ejercer autoridad sobre las aves, yo tenía que subordinar mi propio pensamiento al Amor divino. Tenía que espiritualizar el pensamiento que mantenía de los estorninos. Debía subordinar mi falso punto de vista material sobre ellos — además de la irritación que acompañaba esa manera de pensar — y reconocerlos y amarlos como criaturas de Dios.

Los sentidos materiales nos presentan muchos puntos de vista falsos y desagradables donde en realidad existe la creación de Dios. Todo lo que es desemejante a Dios en la experiencia humana sobre Su creación, es falso. Todo lo que es perjudicial para el hombre, o cualquier criatura, o la tierra o su ambiente — o todo lo que presente al hombre, a una criatura, a la tierra o a su ambiente como perjudicial — no es más que un punto de vista falso sobre la creación de Dios. Cuando dejamos que estas creencias falsas se posen en nuestro pensamiento y residan allí, nos transformamos en sus prisioneros.

Por otra parte, cuando subordinamos nuestro propio pensamiento a Dios, obtenemos dominio y libertad. Piensa en esto: “La sustancia, la Vida, la inteligencia, la Verdad y el Amor, que constituyen la Deidad, son reflejados por Su creación; y cuando subordinemos el falso testimonio de los sentidos corporales a las realidades de la Ciencia, veremos esta semejanza y reflejo verdaderos en todas partes”. Ibíd., pág. 516.

La independencia y el dominio que todos anhelamos están en cada uno de nosotros porque somos el hombre, el reflejo de Dios. A medida que discernimos esto progresivamente, experimentamos un mayor grado de libertad, y descubrimos el hecho eterno de que el Amor es el Rey.

Publicado Originalmente En The Christian Science Journal

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