Hace algunos años, la compañía en la que estaba empleado [en Buenos Aires], me envió a una tejeduría para aprender cómo trabajan los telares industriales. Allí me encontré con 100 telares gigantescos todos funcionando al mismo tiempo. El repiqueteo de 100 lanzaderas que transportaban el hilado, y que golpeaban en los extremos de los telares, era tan intenso que los operarios tenían que llevar orejeras especiales para proteger sus oídos.
Pero, ¿sabe cómo se hablaban entre sí? El que habla, pone el mentón sobre el hombro del que escucha. Y cuando al otro le toca contestar, hace lo mismo.
Tiempo después, tratando de encontrar un poco de paz en un momento de confusión y temor, me torné a la Biblia y encontré este Salmo que dice: “El Señor en las alturas es más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más que las recias ondas del mar” (véase 93:4).
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