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Artículo de portada

Una vida plena y agradecida

Del número de diciembre de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en alemán


Durante más de 50 años he estudiado la Ciencia Cristiana, junto con la Biblia de Lutero, apoyándome en ellas para sanar y superar lo antes posible, problemas tales como, enfermedades y dolor o cansancio y estrés. Con frecuencia he tenido que luchar para obtener comprensión espiritual, pero he descubierto que todo el estudio de la Biblia y de la literatura de la Ciencia Cristiana es gratificante y me hace avanzar espiritualmente.

Una vez que comprendí que la Ciencia Cristiana enseña la irrealidad de la materia, no me resultó difícil aceptar este método de curación puramente espiritual, y aplicarlo con éxito. Quienquiera que tiene fe en el Espíritu, Dios, y no en la materia, tiene siempre el apoyo necesario en cualquier situación. Yo también tuve que aprender a liberarme de la fe en la materia. Una curación instantánea en particular, me convenció por completo de que el Espíritu es realmente todo, y que yo soy espiritual.

Para todo en la vida me apoyo en mi comprensión de Dios y en mi fe en Su absoluta verdad y amor.

Estaba parada junto a la cocina (estufa) encendiendo el gas, que ya había empezado a salir, cuando se produjo una explosión. La presión del aire fue tan fuerte que hizo que una pesada tapa de vidrio saliera volando de la cocina y me golpeara en la frente con su afilado borde de metal. De inmediato pensé en lo que había leído y comprendido de la Lección Bíblica de esa semana, que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana: “La materia no tiene vida, por lo tanto, no tiene existencia real” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 584). No tuve ningún temor, no me lastimé, ni siquiera se me inflamó la frente. No me pasó absolutamente nada. Lo único que podía hacer era dar gracias a Dios, no porque había escapado de ese incidente sin ninguna herida ni ningún efecto secundario, sino porque había entendido esta gran enseñanza espiritual. Mi amor y gratitud por la Palabra de Dios, la cual puede sanar instantáneamente, es indescriptible. A lo largo de los años, he hallado que la verdad que he aprendido en la Ciencia Cristiana me ha protegido, ha cuidado de mí y verdaderamente me ha hecho ser feliz y avanzar en la vida.

En una ocasión, desperté por la noche con palpitaciones muy fuertes en el corazón. No sólo podía sentir los latidos de mi corazón, sino que los podía oír, y empecé a tener problemas para respirar. Estaba sola y no había nadie cerca para ayudarme. Pero mi pensamiento de inmediato se volvió al Amor divino, y dije: “No tengas miedo, corazoncito, porque tú siempre has sido fiel, y el ‘gran corazón del Amor’ (véase Ciencia y Salud, pág. 448) está contigo”. Sentí el amor de Dios dentro de mí, y de inmediato, me tranquilicé. Mi corazón comenzó a latir normal y silenciosamente. La dificultad para respirar también desapareció de inmediato cuando sentí la presencia del Amor divino, el cual quitó todo el temor. Como dice en la Biblia: “El perfecto amor echa fuera el temor” (1° Juan 4:18). Luego canté un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana que comienza: “Calma, Dios, mi corazón” (John Newton, N° 291), y fortaleció mi confianza en Dios. Después de eso me dormí. Por la mañana me desperté feliz y agradecida. Esto ocurrió hace más de un año, y la condición no ha vuelto a manifestarse.

Para todo en la vida me apoyo en mi comprensión de Dios y en mi fe en Su absoluta verdad y amor, a las que encontré en la Biblia y en Ciencia y Salud.

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