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Problemas de estómago y garganta sanados

Del número de diciembre de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español


Cuando mi hijita tenía un año y medio de edad, enfermó gravemente del estómago, y no retenía ningún alimento. La llevamos al médico quien, días después, decidió internarla en el hospital, pues no respondía a los medicamentos que le había prescrito. Horas más tarde, el médico se comunicó con nosotros para decirnos que veía muy mal a la niña; pensaba que no pasaría la noche.

Mi esposo me sugirió llamar a su tía que era practicista de la Ciencia Cristiana. Yo no conocía esta Ciencia, pero cuando me dijo que esta señora oraba a Dios por aquellos que le solicitaban ayuda, acepté gustosa llamarla. Cuando hablé con ella me dijo que no me preocupara, que dejara todo en manos de Dios, y yo sentí un alivio y una paz tan grandes, que así lo hice, y esa noche no tardé en dormirme.

Al día siguiente, muy temprano salí para el hospital. Cuando entré en el cuarto, la niña estaba sentada, sin aparatos médicos, sonriente y jugando en la cuna. Le pregunté a la enfermera cómo estaba la criatura, y ella miró su reporte y me dijo que a las 11:00 de la noche la había dejado la fiebre. Recordé que esa había sido la hora en que hablé con la practicista. Esta curación ocurrió hace más de 30 años, y nuestra hija creció saludable y feliz.

Esto me recordó una curación similar que se encuentra en el Evangelio según Juan en la Biblia (véase Juan 4:46-53), y cada vez que la leo se me llenan los ojos de lágrimas de la emoción de haber sido testigo de una curación similar a las que hacía Cristo Jesús. Esto me da la seguridad absoluta de que hoy también podemos tener curaciones como estas en nuestra propia vida. Pensé mucho en esta curación en aquel entonces, y quise estudiar esta religión para entenderla y saber cómo se había producido. A partir de ese momento toda la familia comenzó a asistir a la iglesia de la Ciencia Cristiana.

Me dijo que no me preocupara, que dejara todo en manos de Dios.

Tenemos un hijo mayor que en aquel tiempo tenía tres años y siempre estaba enfermo de la garganta. Esto le producía alta temperatura acompañada de convulsiones, y ningún médico lo podía sanar. Le pedí ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por esta situación, y el niño mejoró, pero poco después, enfermó nuevamente y la situación se presentó muy agresiva. Mi esposo decidió llamar a su tía. Ella llegó a casa esa misma noche, desde muy lejos. Me dijo que me fuera a descansar y que ella se quedaría con el niño. Entonces sentí nuevamente una gran paz y me fui a dormir. A la mañana siguiente, el niño abrió la puerta con mucha energía y me dijo: “¡Mamá, tengo hambre!” Esta fue una gran curación para mi esposo y para mí, pues se nos quitó el miedo y el niño sanó por completo. Esa situación jamás volvió a presentarse.

Estas curaciones fueron un llamado a servir a Dios. Desde entonces he estudiado diariamente el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras y las Lecciones Bíblicas de la Ciencia Cristiana. La lectura de Ciencia y Salud y la Biblia me producía una paz que nunca antes había sentido, pues siempre estaba angustiada por no sentirme satisfecha conmigo misma. Así que este estudio me hizo sentir que el Amor divino estaba conmigo, y me reveló que el hombre es hijo de Dios. Además me enseñó que debía demostrar lo que estaba aprendiendo, así que me consagré a estudiar y a demostrar estas ideas.

Los dos niños asistieron a la Escuela Dominical, y siempre tratamos de vivir de acuerdo con las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. El resultado fue que ellos nunca nos dieron problemas, ni en la casa ni en la escuela. Ahora ambos son exitosos en sus carreras y buenas personas.

Quiero dar gracias a Dios y a la Ciencia Cristiana, así como a los practicistas que con tanto amor dedican su tiempo para demostrarnos que todos merecemos ser saludables y felices.

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