Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Libre de laberintitis

Del número de diciembre de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


En mayo de 1993, fui a visitar a una prima que vivía en China. Tenía pensado quedarme allí 20 días, pero más o menos al tercer día, empecé a sentir mareos y náuseas. Como quería disfrutar al máximo el viaje, traté de tranquilizarme y continuar visitando los diferentes lugares, aunque no me sentía bien. Sin embargo, a los pocos días, el malestar empeoró impidiendo que disfrutara de mi estadía en China.

Como recién empezaba a estudiar la Ciencia Cristiana, decidí regresar a casa para poder profundizar mi conocimiento de esta Ciencia y encontrar curación por medio de la oración. Mi prima comprendió mi decisión, pero me pidió que consultara con un médico para que tuviera un diagnóstico antes del viaje de 25 horas, y estuve de acuerdo. El doctor me informó que tenía laberintitis, inflamación del oído interno, y me recetó remedios. Mi prima insistió en que los tomara, pues así podría quedarme y aprovechar el resto de mi estadía en China. Pero nuevamente le expliqué mi decisión de confiar en el tratamiento metafísico.

Nos pusimos de acuerdo, y apenas diez días después de llegar a China, regresé a Brasil. Cuando llegué a casa, le pedí de inmediato ayuda por medio de la oración a una practicista de la Ciencia Cristiana. Recuerdo muy bien la tranquilidad y la confianza que me transmitió la practicista, al punto que yo, un principiante en la Ciencia Cristiana, sentí la seguridad de que podía confiar sólo en la oración, y no utilizar medicación para aliviar los síntomas.

Yo, un principiante en la Ciencia Cristiana, sentí que podía confiar solamente en la oración.

La practicista y yo oramos con algunos pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de Mary Baker Eddy. Uno de ellos fue el siguiente: “Los experimentos han aprobado el hecho de que la Mente gobierna el cuerpo, no sólo en un caso, sino en todos los casos” (pág. 162). La practicista insistió en que, como Dios tiene siempre el control y Sus leyes del bien son las únicas que me gobiernan a mí y a toda la creación, ninguna enfermedad, así llamada, podía existir fuera de la ley de Dios, la ley de salud y armonía, la única ley a la cual estoy verdaderamente sujeto. Ella también afirmó que Dios es la Mente que todo lo ve y todo lo sabe. Como Él conoce todas nuestras necesidades, en mis oraciones yo no tenía que pedirle a Dios que me sanara. Yo no estaba orando para modificar un cuerpo enfermo, sino para reconocer que la salud jamás había dejado de ser mi condición legítima como hijo de Dios, hecho a Su imagen y semejanza espiritual.

Orar con estos dos versículos del libro de los Salmos me ayudó mucho: “El Señor es mi roca y mi castillo, y mi libertador” (véase 18:2); y “Me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos (40:2). Como me sentía inseguro por la posibilidad de sentirme mareado y perder el equilibrio, era importante para mí percibir que “el Señor es mi roca”. Una roca es estable. Entendí que, como la naturaleza perfecta, armoniosa y equilibrada de Dios es constante e inmutable, yo, por ser Su reflejo, nunca podía estar sin salud, armonía y equilibrio. También comprendí que como somos uno con Dios y en Dios vivimos como Sus ideas perfectas, ningún malestar material puede afectarnos. Descansé y me regocijé en esas verdades espirituales.

Con el paso de los días, mi comprensión espiritual fue en aumento y los mareos y las náuseas fueron menos frecuentes. Después de aproximadamente un mes, los síntomas desaparecieron por completo y no han vuelto a manifestarse.

¡Cuán importante es saber que Dios está siempre protegiéndonos y que nada, absolutamente nada, puede hacernos daño!

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / diciembre de 2013

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.