Esta Navidad comparte el espíritu juvenil del Cristo con dos colecciones en línea de artículos para jóvenes y niños, publicados este año en El Heraldo. Estas colecciones vienen con su propia portada e índice, y son nuestro regalo para ti. Puedes bajarlas e imprimirlas gratuitamente en Herald-Online:
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Un día, fui con mi mamá y mi hermana Sofi a la piscina de la ciudad. Sofi y yo subimos al tobogán juntos. Cuando llegó mi turno, me agarré de la barra que hay encima del tobogán esperando que la luz se pusiera verde, señal de que podía lanzarme.
Entonces me incliné hacia atrás para tomar impulso, y al ir hacia delante me golpeé con fuerza la frente contra la barra. Pronto me di cuenta de que me había hecho un corte. Cuando llegué abajo, Sofi y mi mamá ya venían a verme. El supervisor de la piscina me mandó a la sala de primeros auxilios, diciendo que en unos momentos estaría con nosotros.
Mientras tanto, mi mamá y yo oramos. Mi mamá me recordó que no hay accidentes en el reino de Dios. Mary Baker Eddy escribió en la página 424 del libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, una frase que conozco muy bien: “Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección”. Nosotros estábamos seguros de que yo siempre había estado bajo la divina Providencia, o el plan divino de Dios, y en el plan amoroso de Dios jamás hay nada imperfecto, como una herida. También pensamos que el mal, cualquiera sea, no tiene poder porque Dios es bueno y llena todo el espacio. Con Dios, no hay lugar para nada malo.
El supervisor me puso una pequeña venda, y yo seguí orando. Ya no tenía ningún dolor. El corte dejó de sangrar de inmediato. Él nos recomendó que fuéramos al hospital, pero no fuimos porque teníamos la seguridad de que me sanaría rápidamente. Mi mamá no me llevó a la escuela al día siguiente para que pudiera orar tranquilo. Dos días después del accidente, la herida se había cerrado por completo. Estoy muy contento y agradecido a Dios por esto.
