Disfrazarse es divertido. Recuerdo las fiestas que mis padres hacían en casa para Carnaval, cuando yo era chica. Algunos amigos asistían luciendo enormes caretas del “Gordo” y el “Flaco”, de “Don Fulgencio”, uno de los personajes de tiras cómicas más famosos de Argentina, y otras más. Siempre había mucha armonía y todo el mundo, chicos y grandes, pasábamos un buen momento tratando de descubrir quién era quién.
A lo largo de los años he descubierto que hay otro tipo de máscaras que no producen ni transmiten esa misma alegría. Como que he llegado a comprender en parte lo que Cristo Jesús quiso decir cuando advirtió a sus apóstoles: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mateo 7:15).
En realidad, esos falsos profetas no son jamás personas o cosas, sino sugestiones mentales que con frecuencia producen en nosotros temor, envidia, obstinación, un sentimiento de inferioridad o impotencia, e incluso muchas veces puede que nos enfermen o nos hagan sentir lástima de nosotros mismos.
El tercer capítulo del Génesis, en la Biblia, ofrece un ejemplo claro de esas máscaras engañosas, cuando la serpiente tienta a Eva, y con mucha sutileza le dice que comer el fruto prohibido de ninguna manera va a matarlos a ella y a Adán, sino que les dará el conocimiento tanto del bien como del mal. En esta alegoría, al comer el fruto prohibido, Adán y Eva parecen perder su pureza e inocencia, y ven que están desnudos, y este conocimiento les hace sentir vergüenza.
Ella estuvo cada vez más consciente de que el bien se desenvuelve inexorablemente y para siempre, por lo que no hay lugar para ninguna clase de mal.
La Ciencia Cristiana enseña cómo orar para liberarnos del temor y determinar si lo que leemos, escuchamos o se nos presenta en el pensamiento proviene de Dios, o es simplemente una creencia humana errada y maligna. Cuando oramos partiendo de la premisa que la Mente divina, Dios, es el único creador y que Su creación, incluso el hombre, es perfecta, llegamos a comprender que todo aquello que no es armonioso, inteligente y bueno, no puede ser real.
A aquellos que están enfrentando algún tipo de condición o situación adversa, puede que les resulte difícil aceptar que esa situación no es otra cosa más que una sugestión mental agresiva. De hecho, es la aceptación consciente o inconsciente de una creencia falsa que trata de convencernos de que estamos separados de Dios, y que existe un poder aparte de Él.
Hace muchos años, los médicos diagnosticaron que un familiar muy querido tenía cáncer terminal, y le dijeron que le quedaban pocos meses de vida. Fue entonces que ella conoció la Ciencia Cristiana y comenzó a leer el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Muy pronto la gente a su alrededor comenzó a notar que su carácter estaba cambiando y que ella se veía más tranquila y feliz. A los tres meses de estar leyendo el libro con mucha consagración y persistencia, sanó por completo.
Las verdades espirituales que este familiar aprendió de ese libro cambiaron totalmente el concepto que tenía de sí misma. Descubrió que Dios es el Amor Mismo y que jamás creó el mal. Aprendió que ella era una idea espiritual, sana y perfecta, en la Mente infinita, y que por ende, no podía estar enferma. Razonó que si la Mente divina jamás creó el mal, la enfermedad y esos pensamientos malos no podían ser verdad.
Es evidente para mí que con este nuevo conocimiento de la relación que tenía con Dios por ser Su hija, la enfermedad comenzó a perder realidad en su consciencia. Ella estuvo cada vez más consciente de que el bien se desenvuelve inexorablemente, en aquel entonces, y para siempre, por lo que no hay lugar para ninguna clase de mal. Podríamos decir que, metafóricamente hablando, ella le quitó la máscara a esas malignas sugestiones mentales que la estaban condenando a estar enferma y a morir, al reconocer que eran simplemente creencias humanas, y no había ninguna verdad en ellas; no tenían poder alguno sobre la hija de Dios. Este razonamiento eliminó el temor que ella sentía, y la condición desapareció con toda naturalidad, básicamente porque ella ya no creía en su realidad.
Este razonamiento espiritual eliminó el temor que ella sentía, y la condición desapareció con toda naturalidad, básicamente porque ella ya no creía en su realidad.
Mary Baker Eddy resume lo que le ocurrió a esta señora cuando escribe: “Despojar el pensamiento de confianzas equivocadas y evidencias materiales a fin de que las verdades espirituales del ser puedan aparecer, este es el gran logro mediante el cual eliminaremos lo falso y daremos lugar a lo verdadero” (Ciencia y Salud, pág. 428).
Años después, yo también pude comprobar la verdad de esta declaración, Cuando mi hijo era un niño de cuatro años muy activo y feliz, una noche noté que tenía unos granitos en las manos. Pensé que podría ser varicela, así que inmediatamente llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana y le conté lo que ocurría, y agregué: “Pero él está feliz, saltando y jugando como siempre”. La practicista se rió, y me dijo: “Eso es porque él no acepta que algo malo pueda pasarle”. Y yo tampoco lo aceptaba. Oré con las verdades espirituales que la practicista compartió conmigo, y en la mañana, los granitos habían desaparecido, y jamás volvieron a presentarse.
Es recomendable, entonces, estar alerta a esos falsos profetas de los que habló Jesús, que tratan de engañarnos con sus comentarios vanos y enfermizos, y reconocer la presencia constante y poderosa del Amor divino, siempre dispuesto a ayudarnos a mantenernos alertas y vigilantes para quitarle la máscara al error, y aceptar solo los pensamientos llenos de paz, amor y buena salud, que provienen de Dios.
    