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Original Web

¡Quítale la máscara!

Del número de noviembre de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español

Apareció primero el 3 de marzo de 2014 como original para la Web.


Disfrazarse es divertido. Recuerdo las fiestas que mis padres hacían en casa para Carnaval, cuando yo era chica. Algunos amigos asistían luciendo enormes caretas del “Gordo” y el “Flaco”, de “Don Fulgencio”, uno de los personajes de tiras cómicas más famosos de Argentina, y otras más. Siempre había mucha armonía y todo el mundo, chicos y grandes, pasábamos un buen momento tratando de descubrir quién era quién. 

A lo largo de los años he descubierto que hay otro tipo de máscaras que no producen ni transmiten esa misma alegría. Como que he llegado a comprender en parte lo que Cristo Jesús quiso decir cuando advirtió a sus apóstoles: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mateo 7:15).

En realidad, esos falsos profetas no son jamás personas o cosas, sino sugestiones mentales que con frecuencia producen en nosotros temor, envidia, obstinación, un sentimiento de inferioridad o impotencia, e incluso muchas veces puede que nos enfermen o nos hagan sentir lástima de nosotros mismos.

El tercer capítulo del Génesis, en la Biblia, ofrece un ejemplo claro de esas máscaras engañosas, cuando la serpiente tienta a Eva, y con mucha sutileza le dice que comer el fruto prohibido de ninguna manera va a matarlos a ella y a Adán, sino que les dará el conocimiento tanto del bien como del mal. En esta alegoría, al comer el fruto prohibido, Adán y Eva parecen perder su pureza e inocencia, y ven que están desnudos, y este conocimiento les hace sentir vergüenza.

Ella estuvo cada vez más consciente de que el bien se desenvuelve inexorablemente y para siempre, por lo que no hay lugar para ninguna clase de mal.

La Ciencia Cristiana enseña cómo orar para liberarnos del temor y determinar si lo que leemos, escuchamos o se nos presenta en el pensamiento proviene de Dios, o es simplemente una creencia humana errada y maligna. Cuando oramos partiendo de la premisa que la Mente divina, Dios, es el único creador y que Su creación, incluso el hombre, es perfecta, llegamos a comprender que todo aquello que no es armonioso, inteligente y bueno, no puede ser real.  

A aquellos que están enfrentando algún tipo de condición o situación adversa, puede que les resulte difícil aceptar que esa situación no es otra cosa más que una sugestión mental agresiva. De hecho, es la aceptación consciente o inconsciente de una creencia falsa que trata de convencernos de que estamos separados de Dios, y que existe un poder aparte de Él.

Hace muchos años, los médicos diagnosticaron que un familiar muy querido tenía cáncer terminal, y le dijeron que le quedaban pocos meses de vida. Fue entonces que ella conoció la Ciencia Cristiana y comenzó a leer el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Muy pronto la gente a su alrededor comenzó a notar que su carácter estaba cambiando y que ella se veía más tranquila y feliz. A los tres meses de estar leyendo el libro con mucha consagración y persistencia, sanó por completo.

Las verdades espirituales que este familiar aprendió de ese libro cambiaron totalmente el concepto que tenía de sí misma. Descubrió que Dios es el Amor Mismo y que jamás creó el mal. Aprendió que ella era una idea espiritual, sana y perfecta, en la Mente infinita, y que por ende, no podía estar enferma. Razonó que si la Mente divina jamás creó el mal, la enfermedad y esos pensamientos malos no podían ser verdad. 

Es evidente para mí que con este nuevo conocimiento de la relación que tenía con Dios por ser Su hija, la enfermedad comenzó a perder realidad en su consciencia. Ella estuvo cada vez más consciente de que el bien se desenvuelve inexorablemente, en aquel entonces, y para siempre, por lo que no hay lugar para ninguna clase de mal. Podríamos decir que, metafóricamente hablando, ella le quitó la máscara a esas malignas sugestiones mentales que la estaban condenando a estar enferma y a morir, al reconocer que eran simplemente creencias humanas, y no había ninguna verdad en ellas; no tenían poder alguno sobre la hija de Dios. Este razonamiento eliminó el temor que ella sentía, y la condición desapareció con toda naturalidad, básicamente porque ella ya no creía en su realidad.

Este razonamiento espiritual eliminó el temor que ella sentía, y la condición desapareció con toda naturalidad, básicamente porque ella ya no creía en su realidad.

Mary Baker Eddy resume lo que le ocurrió a esta señora cuando escribe: “Despojar el pensamiento de confianzas equivocadas y evidencias materiales a fin de que las verdades espirituales del ser puedan aparecer, este es el gran logro mediante el cual eliminaremos lo falso y daremos lugar a lo verdadero” (Ciencia y Salud, pág. 428).

Años después, yo también pude comprobar la verdad de esta declaración, Cuando mi hijo era un niño de cuatro años muy activo y feliz, una noche noté que tenía unos granitos en las manos. Pensé que podría ser varicela, así que inmediatamente llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana y le conté lo que ocurría, y agregué: “Pero él está feliz, saltando y jugando como siempre”. La practicista se rió, y me dijo: “Eso es porque él no acepta que algo malo pueda pasarle”. Y yo tampoco lo aceptaba. Oré con las verdades espirituales que la practicista compartió conmigo, y en la mañana, los granitos habían desaparecido, y jamás volvieron a presentarse.

Es recomendable, entonces, estar alerta a esos falsos profetas de los que habló Jesús, que tratan de engañarnos con sus comentarios vanos y enfermizos, y reconocer la presencia constante y poderosa del Amor divino, siempre dispuesto a ayudarnos a mantenernos alertas y vigilantes para quitarle la máscara al error, y aceptar solo los pensamientos llenos de paz, amor y buena salud, que provienen de Dios.

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