En noviembre de este año se cumplen 25 años de la caída del Muro de Berlín. Aparte de dividir la ciudad de Berlín en dos, este muro simbolizaba la separación del mundo en dos bloques, uno formado por los países capitalistas, y el otro por los países comunistas. Durante muchos años, estos dos bloques lucharon por tener hegemonía política, económica y militar en el mundo.
Esta disputa se sentía de diferentes maneras en muchas partes del mundo. En mi país, Angola, hubo una masiva intervención extranjera durante la guerra civil que tuvimos, porque los dos bloques políticos brindaban una significativa ayuda militar a las partes involucradas en nuestra guerra civil. Como resultado, el conflicto creció desmesuradamente, se extendió y duró casi 30 años.
Hoy y siempre, podemos reconocer que Dios, el bien, es el gobernador supremo.
Durante ese tiempo, encontré la Ciencia Cristiana y comencé a orar por la situación desde una perspectiva espiritual. Empecé a darme cuenta de que, por más agresiva que parezca una situación a los sentidos físicos, debemos negar la creencia en la división que hace que dos bloques diferentes se ataquen uno a otro por temor a perder su control e influencia.
En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe: “Un único Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; …aniquila la idolatría pagana y la cristiana, todo lo que está errado en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; …” (pág. 340). Saber que hay un solo Dios me ayudó a comprender que en la infinitud de Dios, el Amor divino, no hay lugar para las divisiones, guerras, ni para nada opuesto al bien universal.
Hoy y siempre, podemos reconocer que Dios, el bien, es el gobernador supremo, el único Hacedor; que el único sistema de gobierno que existe en realidad es el sistema del Amor divino. Este es universal y no incluye bloques opuestos, no separa ni deja a nadie fuera, sino que une a todos bajo el dominio indivisible del Amor divino. Siempre podemos sentirnos reconfortados por esta verdad espiritual.
    