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Sana de persistente dolor de estómago

Del número de noviembre de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


Corría el año 1997. Desperté una mañana con un fuerte dolor en el estómago. A partir de ese momento, no pude ingerir ningún tipo de alimento picante ni dormir bien, y continué experimentando dolores de estómago. Esta difícil situación se prolongó durante varios meses.

El amigo con quien compartía una habitación, al ver lo que pasaba, me dijo que posiblemente tenía úlceras en el estómago. Agregó que debía ir al hospital para realizarme un examen especializado y determinar exactamente cuál era el problema.

No obstante, hacía poco había conocido la Ciencia Cristiana y, tan pronto aparecieron los primeros síntomas,  el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, se había convertido en mi refugio y apoyo constantes. Empecé a estudiar el libro en profundidad, con la convicción de que el sufrimiento no formaba parte de mi ser real, espiritual y perfecto, y que desaparecería de forma natural a través de una mejor comprensión de la Ciencia Cristiana. El Prefacio de Ciencia y Salud explica esto de la siguiente manera: “La curación física de la Ciencia Cristiana resulta ahora, como en el tiempo de Jesús, de la operación del Principio divino, ante la cual el pecado y la enfermedad pierden su realidad en la consciencia humana y desaparecen tan natural y tan necesariamente como las tinieblas dan lugar a la luz y el pecado a la reforma. Ahora, como entonces, estas obras poderosas no son sobrenaturales, sino supremamente naturales” (pág. xi).

Simplemente supe que había sanado, y le agradecí a Dios por ello.

Puedo dar fe de que el estudio de Ciencia y Salud me ayudó a pasar de un estado de sufrimiento y agotamiento físicos a la alegría de la salud, de la duda y la falta de armonía a la certeza de la realidad omnipresente de Dios, el bien. Me di cuenta de que mi ser real estaba en perfecto estado de salud porque yo era el reflejo perfecto y completo de la Vida, Dios.

El siguiente pasaje me ayudó a comprender lo que estaba ocurriendo en mí: “Si el lector de este libro observa una gran conmoción a través de todo su organismo, y ciertos síntomas morales y físicos parecen agravarse, estos indicios son favorables. Que continúe leyendo, y el libro vendrá a ser el médico, calmando el estremecimiento que la Verdad a menudo produce sobre el error cuando lo destruye” (pág. 422). Había mucha “conmoción” en mi pensamiento y también a mi alrededor, porque mi familia se oponía con firmeza a la Ciencia Cristiana, y algunos de mis amigos habían predicho que moriría. Parecía que la enfermedad era tenaz, pero yo superé el temor a lo que me decían mis amigos y familiares, y confié en el poder sanador de Dios. Tenía la convicción de que sanaría. 

Estaba tan absorto en la lectura de Ciencia y Salud y en el estudio de muchos de sus pasajes, que no me di cuenta cuándo se produjo la curación exactamente, pero sé que ocurrió pocos meses después que comencé a leer y a orar, sólo por mi cuenta. Por medio del estudio de Ciencia y Salud, sentí que mi pensamiento se elevó y estuvo receptivo para la curación. Me sentí en paz, agradecido por haber buscado una solución más allá de los recursos materiales. Simplemente supe que había sanado, y le agradecí a Dios por ello. 

La curación fue completa y permanente. Fui testigo de la veracidad de esta promesa bíblica: “Porque él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (Salmos 33:9). Como se explica en el primer capítulo del Génesis, Dios creó todo por medio de Su Palabra, y bendijo todo: ¡Este ese un hecho que nada puede cambiar!

Desde 1997, me he apoyado exclusiva y completamente en la Ciencia Cristiana para la curación, y estoy feliz de dar testimonio de que la ayuda divina está siempre a nuestro alcance. Doy gracias por todas las bendiciones recibidas, y por la alegría que siento ahora al ayudar a otros a sanar por medio de la oración.

Kouakou Yao Augustin, Abidjan

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