Oí hablar por primera vez de la Ciencia Cristiana en 1989, cuando estaba escuchando uno de los programas radiales de El Heraldo de la Ciencia Cristiana en francés. Después de estudiar esta Ciencia durante varios años, tomé instrucción de Clase Primaria con un maestro autorizado de la Ciencia Cristiana en Sudáfrica. Fue entonces que descubrí en mi corazón un gran interés y amor por la enfermería de la Ciencia Cristiana. Este amor creció con los años, y se profundizó en 2008, durante la Cumbre de Jóvenes de la Ciencia Cristiana en Kinshasa. Lo que me atraía hacia este ministerio era el hecho de que la enfermería de la Ciencia Cristiana nos permite expresar amor a nuestro prójimo de una manera práctica y tangible, a la vez que se contempla al hijo perfecto de Dios allí mismo donde una dolencia o problema parece estar ocurriendo. Sentía que Dios, nuestro Padre, me estaba llamando para trabajar en este ministerio.
En mi país viven muchos Científicos Cristianos; tan solo la ciudad capital, Kinshasa, tiene seis Iglesias, cuatro sociedades y varios grupos informales. En las otras ciudades grandes de la República Democrática del Congo, como Lubumbashi, Matadi, Muanda, Mbuji-Mayi, Boma, Buvaku, también hay muchos Científicos Cristianos.
La práctica y enseñanza de la Ciencia Cristiana están creciendo en el Congo: sin embargo, nuestro hermoso país no tiene ningún enfermero de la Ciencia Cristiana listado en el Journal y en El Heraldo. El ministerio de la enfermería de la Ciencia Cristiana se menciona claramente en el Manual de la Iglesia (Artículo VIII, sec. 31, pág. 49) por Mary Baker Eddy, y está en correlación con la obra de curación y el ministerio de los practicistas de la Ciencia Cristiana. Los enfermeros ayudan a aquellos que están orando para sanar con un practicista, pero que también necesitan ayuda práctica cuando enfrentan un desafío físico. De modo que, tanto los practicistas como los enfermeros forman parte de la misión de la Iglesia de seguir a nuestro Maestro, Cristo Jesús, al apoyar y promover la curación cristiana.
Cuando empecé a desarrollar mi trabajo como enfermero de la Ciencia Cristiana, enfrenté y superé muchos desafíos: la falta de comprensión y apoyo de parte de mis conciudadanos; también aspectos logísticos adversos, como son viajes de larga distancia, falta de transporte, cortes de luz y agua. Oré mucho para poner al descubierto y superar todo aquello que parecía oponerse a mi vocación, bajo cualquier forma que se presentara, incluso mis propios temores.
Por ser un pionero de la enfermería de la Ciencia Cristiana en mi país, me identifiqué con los primeros enfermeros de la Ciencia Cristiana, durante la época de Mary Baker Eddy, que motivados por su amor a Dios y al hombre, fueron inspirados a ofrecer cuidado práctico a los pacientes y apoyar los comienzos de la curación espiritual en la Ciencia Cristiana.
Dios me está guiando constantemente para saber cómo orar y qué cuidado práctico especial debo brindar.
Para superar los desafíos y la oposición, oré sinceramente con este pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “La refutación del testimonio del sentido material no es una tarea difícil en vista de la admitida falsedad de este testimonio” (pág. 396). Mantuve este pasaje en mi corazón, y me ayudó a reconocer la falsedad de todo lo que parece oponerse a mi móvil puro de querer apoyar a otros como enfermero de la Ciencia Cristiana. También me decía a mí mismo que si me había venido la idea de ser enfermero de la Ciencia Cristiana, era porque Dios me la había dado, de manera que Él suministraría todo lo que yo necesitaba para cumplir con esa meta.
Yo sabía que el amor de Dios nunca falla, puesto que Dios está en todas partes, y Su amor está dondequiera que nos encontremos. Yo no podía lamentarme por vivir en el Congo, o sentir envidia de los enfermeros de la Ciencia Cristiana que viven en Europa y en los Estados Unidos. Solo hay una Mente, y esta Mente divina única es la misma en todas partes, y guía a cada uno de los hijos de Dios. Sabía que la Mente me mostraría qué necesitaba hacer, aunque aparentemente me faltaran muchas cosas. Sabía que Dios, la Mente, es también Amor, y trabajaría a través de mí, en sus formas divinas.
Comencé a contarle a la gente que me rodea (amigos, vecinos) que me estaba capacitando como enfermero de la Ciencia Cristiana. Pude consolar y ayudar espiritualmente y de forma práctica a muchas personas en Kinshasa.
Ahora, ya no tengo temor de responder a mi llamado. Dondequiera que el Padre me envía, me siento en paz y feliz, y puedo reconocer la perfección de Sus hijos, cualesquiera parezcan ser las condiciones materiales. La mano de Dios está en operación y yo soy Su testigo. Encuentro inspiración constante al estudiar los libros de la Sra. Eddy para comprender mejor el significado de la labor del enfermero de la Ciencia Cristiana. También encuentro que es muy importante seguir constantemente la Regla de Oro: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12).
Mi amor por la enfermería de la Ciencia Cristiana continúa creciendo cada día, al igual que el número de personas que me piden ayuda. Dios me está guiando constantemente para saber cómo orar y qué cuidado práctico especial debo brindar. En abril de este año, dos enfermeras de la Ciencia Cristiana listadas en el Journal y en El Heraldo dieron un taller aquí en Kinshasa. Su guía y la bondad que expresaban fortalecieron mis habilidades y me alentaron mucho. Aprecio mucho esta capacitación, como un verdadero tesoro.
“Empezar correctamente es terminar correctamente” (Ciencia y Salud, pág. 262). Continúo trabajando por mi propia salvación y orando por mi propio progreso en la actividad sanadora que ofrece la Ciencia Cristiana. También estoy trabajando con diligencia para anunciarme en el Journal y en El Heraldo en el futuro. ¡Estoy muy contento de que Dios me esté guiando por este camino!