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Su boca estaba completamente sana

Del número de noviembre de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español

Adaptado del programa radial de El Heraldo de la Ciencia Cristiana, titulado “La base de la oración”.


Cuando mi hija mayor era una niña, vivíamos en el Prado, una zona muy bonita de la ciudad. A ella le encantaba andar en bicicleta con su amiguita. Yo siempre le decía que no fuera a determinado lugar porque me parecía peligroso porque había mucho tránsito, pero un día fue. Iba muy rápido en su bicicleta, y tomó una curva  donde había mucho pedregullo, la bici se frenó y ella voló por el aire y se cayó.

Una vecina la trajo a casa. Mi hija tenía la boca ensangrentada y muy dolorida. La lavé, le puse un camisoncito limpio, y la senté en mi falda. Entonces comencé a leerle la definición de Mente, de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Hay una parte que dice: “Los hijos de Dios tienen una única Mente. ¿Cómo puede el bien degenerar en el mal, cuando Dios, la Mente del hombre, jamás peca?” (pág. 470). Siento que esto ayudó a rescatar su inocencia, porque ella se sentía culpable por haber ido por donde yo no le había permitido que fuera. Más adelante la cita dice: “Dios es el creador del hombre, y al permanecer perfecto el Principio divino del hombre, la idea divina o reflejo, el hombre, permanece perfecto”.

Esa noche ella se acostó a dormir en mi cama y yo estuve leyendo Ciencia y Salud, prácticamente toda la noche, para calmar mi pensamiento, sabiendo con firmeza que ella estaba bien. 

También aplicaba la definición de “niños” de Ciencia y Salud: “Los pensamientos y representantes espirituales de la Vida, la Verdad y el Amor” (pág. 582). Comprendí que a un representante espiritual no le puede pasar nada malo. Sabía que ella estaba bien, porque la veía como una idea perfecta de Dios.

Al otro día cuando se levantó, ya estaba mejor, pero le di algo blandito de comer porque no podía masticar muy bien. Persistí en mi oración. Al día siguiente, estaba totalmente bien.  

Más tarde ese día, me pidió permiso para ir a jugar a la casa de su amiguita. El papá era médico, y la niña le había contado lo que pasó porque estaba muy asustada. El doctor revisó a mi hija y le preguntó a dónde la había llevado yo. Ella le respondió que a ninguna parte. Entonces él le dijo: “Te pregunto porque tienes una cicatriz como si te hubieran hecho una cirugía profesional en la boca”. 

Este señor era amigo de nuestra familia y sabía que nosotros estudiábamos la Ciencia Cristiana, así que mi hija le contó que yo había orado por ella. Con esto, el papá quedó aún más sorprendido porque su boca estaba perfectamente cicatrizada; ¡no podía creerlo! Al igual que mi hija, me sorprendí mucho cuando me contó lo que le había dicho el médico, y estaba infinitamente agradecida. El médico también dijo que le quedaría una cicatriz, ¡pero eso jamás sucedió!

Esta curación fue una fuente de gran fortaleza espiritual, no solo para mi hija y para mí, sino para todos, porque tanto mi familia como la de mi esposo, fueron testigos de esta y muchas otras curaciones que se produjeron por medio de la Ciencia Cristiana. Esta experiencia los fortaleció y les dio una nueva forma de pensar acerca de Dios. 

La Sra. Eddy dice que la Ciencia Cristiana son las leyes de Dios en acción, y el reconocimiento de que Dios sólo es el bien. Ciencia y Salud afirma que el bien —Dios; Espíritu; omnipotencia; omnisciencia; omnipresencia— es omni-acción (véase pág. 587). Esa es la única acción que debemos esperar a cada momento.  Esta comprensión nos da la seguridad de que podemos caminar seguros, sabiendo que solo el bien puede manifestarse en nuestra vida.

Ana María Castro, Montevideo

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