Cuando mi hija mayor era una niña, vivíamos en el Prado, una zona muy bonita de la ciudad. A ella le encantaba andar en bicicleta con su amiguita. Yo siempre le decía que no fuera a determinado lugar porque me parecía peligroso porque había mucho tránsito, pero un día fue. Iba muy rápido en su bicicleta, y tomó una curva donde había mucho pedregullo, la bici se frenó y ella voló por el aire y se cayó.
Una vecina la trajo a casa. Mi hija tenía la boca ensangrentada y muy dolorida. La lavé, le puse un camisoncito limpio, y la senté en mi falda. Entonces comencé a leerle la definición de Mente, de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Hay una parte que dice: “Los hijos de Dios tienen una única Mente. ¿Cómo puede el bien degenerar en el mal, cuando Dios, la Mente del hombre, jamás peca?” (pág. 470). Siento que esto ayudó a rescatar su inocencia, porque ella se sentía culpable por haber ido por donde yo no le había permitido que fuera. Más adelante la cita dice: “Dios es el creador del hombre, y al permanecer perfecto el Principio divino del hombre, la idea divina o reflejo, el hombre, permanece perfecto”.
Esa noche ella se acostó a dormir en mi cama y yo estuve leyendo Ciencia y Salud, prácticamente toda la noche, para calmar mi pensamiento, sabiendo con firmeza que ella estaba bien.
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