Cuando uno considera la historia entre 1989 y 1991, ciertamente, la caída del Muro de Berlín ofrece el significado simbólico más fuerte, entre otros sucesos importantes conectados con la libertad, tal como la ruptura de la Unión Soviética y la abolición del apartheid en Sudáfrica, para definir un momento clave en el progreso de la libertad humana.
Todos estos sucesos me recuerdan la manera en que Pablo y Silas, quienes habían sido injustamente encarcelados, encontraron su libertad: “A medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios… Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron” (Hechos 16:25, 26).
Podemos regocijarnos de que la Ciencia Cristiana revela que en la creación de Dios la libertad es natural y normal. Cada idea espiritual es libre porque cada una es infinita y eterna. Cada idea espiritual es la manifestación del Amor, y jamás puede estar separada de su fuente u origen divino, Dios. De modo que nunca puede ser limitada, atrapada o encarcelada. Nuestra comprensión de este hecho espiritual sacude los fundamentos de la mente mortal o el “espíritu del mundo” (1º Corintios 2;12); abre las puertas del pensamiento, y rompe los grilletes de todos los prisioneros, ya sea de un régimen totalitario, de una enfermedad debilitante, o de una relación abusiva. Al orar desde este punto de vista, ayudamos a los pueblos y a las comunidades, y las personas son liberadas y obtienen respeto por su derecho al progreso, puesto que la oración es una manera eficaz y activa de revelar todo el bien que ya está presente en la creación de Dios.
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