Me gustaría contarles cómo he sido bendecida al poner en práctica las enseñanzas que he recibido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana.
Una mañana, no hace mucho, fui a rendir el examen para ingresar a la universidad. Por error, dejé en casa el recibo que demostraba que había pagado la matrícula de admisión. Cuando llegué al lugar del examen, había dos asistentes en la puerta pidiendo que todos los candidatos mostraran su recibo, y esperando un soborno de parte de quienes lo habían olvidado. Una vez que pagaban el soborno, los asistentes les permitían entrar.
Yo sentía temor de no poder rendir el examen. No iba a pagar un soborno; estaba disgustada por haberme olvidado el recibo en casa y ya esperaba lo peor. Pero entonces se me ocurrió que ¡podía orar!
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