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Artículo de portada

Vence con el sentido espiritual un resfrío persistente

Del número de junio de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en alemán


En el invierno de 2013, tuve tos y catarro durante dos semanas, pero pude trabajar. No me pareció necesario orar, pero me alegré cuando desaparecieron los síntomas. Sin embargo, la paz duró muy poco.

Tres días después el cuadro volvió a presentarse mucho peor que antes. Ir a trabajar no era una opción. Los ataques de tos eran tan agotadores que después de cada uno, tenía que acostarme a descansar durante varios minutos. Empecé a orar, pero no me sentía capaz de combatir este problema solo. Así que, por la noche, llamé a una practicista y le pedí tratamiento en la Ciencia Cristiana. Ella estuvo de acuerdo en ayudarme. Esto me dio una sensación de seguridad y pude leer el Herold (El Heraldo de la Ciencia Cristiana en alemán).

En la revista se explicaba claramente que la Ciencia Cristiana no tiene nada que ver con la creencia en un mundo material aquí, y un mundo espiritual en otro lado. Esta Ciencia tampoco parte de la base de que necesitamos atraer la atención de un Dios que se encuentra en algún lugar allá afuera en un mundo espiritual, para que nos ayude aquí en nuestra experiencia presente. No obstante, aquel día, ¡yo sentía que así era! Dios parecía estar muy lejos de mí. Así que esta revelación de que Él está siempre presente y que el hombre es Su reflejo eterno, me trajo mucha alegría, porque esta verdad reemplazó el punto de vista falso que yo había tenido de Dios y el hombre. Entonces me aferré firmemente al hecho de que Él estaba en todas partes, incluso donde yo estaba. Dios y yo no estábamos separados ni siquiera por un milímetro. Él se expresaba a Sí Mismo en ese momento, en mí y a través de mí. Esta percepción fue sumamente esclarecedora.

En otra parte del Herold, un artículo señalaba que no podemos confiar en las impresiones de los sentidos materiales porque son engañosas; solo podemos confiar en el sentido espiritual para discernir a Dios y la realidad. Aunque yo había leído esto muchas veces al estudiar la Ciencia Cristiana, en ese momento sentí que era una declaración maravillosa: No tenía que confiar en los sentidos físicos. ¡Qué exigencia tan radical: debía apoyarme únicamente en el sentido espiritual!

De inmediato, recordé experiencias que había tenido al recurrir al sentido espiritual. Por ejemplo, había aprendido a no ver el comportamiento hostil de otra persona como la verdad acerca de su ser real, y a no juzgar a los demás (no pensar, por ejemplo: “Es mejor no meterse con esa gente”). En lugar de eso, yo respondía con confianza y bondad, sabiendo que las cualidades divinas de alguien en particular, serían reveladas porque estaba gobernado por Dios, el Espíritu. Ese enfoque siempre me ha dado buenos resultados. También había comprobado que es bueno hacer una pausa antes de tomar una decisión, y estar atento a la inspiración divina hasta que siento muy claramente el impulso espiritual de actuar. De esa manera, siempre resulta ser la decisión correcta. Por lo tanto, recurrir al sentido espiritual tiene que ver con el discernimiento, combinado con la confianza y la expectativa.

En su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy describe el sentido espiritual como “una capacidad consciente y constante de comprender a Dios” (pág. 209). Y en la página 298 ella declara: “El sentido espiritual, contradiciendo los sentidos materiales, entraña intuición, esperanza, fe, comprensión, realización, realidad”. Al recordar las ocasiones en que había recurrido conscientemente al sentido espiritual, empecé a sentir el anhelo de saber más acerca de esta capacidad espiritual. Con este profundo deseo y en un estado mental de alegría y gratitud, me quedé dormido. Los síntomas habían pasado totalmente a un segundo plano.

Mientras que durante esas dos semanas anteriores en que había estado mal, me había despertado con frecuencia por las noches, esta vez dormí tranquilo y en paz toda la noche. A la mañana siguiente, fue como si hubiera nacido de nuevo. Todo mi ser se sentía renovado y libre, y así permaneció. Ese cambio drástico fue para mí como un milagro, el cual Ciencia y Salud define como “lo que es divinamente natural, pero que tiene que ser aprendido humanamente; un fenómeno de la Ciencia” (pág. 591).

Agradezco a Dios, así como a la practicista, desde el fondo de mi corazón.

Harald Warschke, Berlín

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