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No quedó rastro de la quemadura

Del número de junio de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


Quiero relatar mi testimonio para demostrar a todos aquellos que son nuevos en la Ciencia Cristiana que para sanar no es necesario tener una comprensión avanzada de la Verdad. La confianza que ponemos en Dios y en Su supremacía siempre puede liberarnos, como hizo en mi caso. “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”, declaró nuestro gran Ejemplo, Cristo Jesús (Lucas 18:27).

Hace muchos años, estaba tomando cursos de capacitación en la Escuela Nacional de Justicia y Administración de mi país, la República del Congo. Los cursos duraban todo el día. Como tenía que cuidar de mi familia, preparaba las comidas para todos muy temprano por la mañana, antes de salir para mi entrenamiento.

Una mañana, debido a la repentina falta de gas en la ciudad, tuve que usar una cocina de kerosene para freír el pescado con el que iba a alimentar a mi familia ese día. Como de costumbre, después de calentar el aceite para freír, puse el pescado en la sartén. Luego me fui a limpiar la casa, y regresé brevemente a la cocina a dar vuelta el pescado para que se friera del otro lado. Inesperadamente, la sartén se volteó en el calentador y se me cayó en el pie. La quemadura me hizo gritar de dolor. De inmediato pensé en todas las consecuencias de este incidente, especialmente que me impediría asistir a los cursos por un tiempo. Pero volví a mis cabales con rapidez.

Como no quería atraer la atención de mis hijos o de mi marido, me fui a mi habitación, cerré la puerta y oré. Quiero señalar que en aquel entonces yo recién estaba dando mis primeros pasos en la Ciencia Cristiana. No sabía cómo orar científicamente. Pero había algo que sí sabía hacer: cantar himnos. Alguien me había dicho: “Cantar es orar doble”. Para mí, eso quería decir que cantar himnos con inspiración era una oración poderosa. Entonces me vino la idea de cantar, para la gloria de Dios, el Himno N° 52. Este himno comienza con las siguientes palabras:

La Mente eterna modeló
la idea celestial,
un ser de toda perfección,
que es obra inmortal
(Himnario de la Ciencia Cristiana © CSBD).

Lo canté varias veces, pensando cuidadosamente en cada palabra y en su profundo significado. Ahora mis pensamientos estaban llenos de la contemplación de la belleza espiritual de la Mente, y de su idea, el hombre.

Poco a poco, me sentí segura y abrazada por la benevolencia divina. Mi preocupación y temor comenzaron a desvanecerse, y despareció el dolor. En lo profundo de mi corazón, tenía la certeza de que Dios estaba conmigo, y que veía solamente mi perfección. Lentamente tomé consciencia de la relación que tengo con Dios por ser Su hija amada, por lo tanto, sentí que nada podía permitir que este incidente me mantuviera encerrada en casa, arruinara mi entrenamiento y no me permitiera cuidar de mi familia.

En lo profundo de mi corazón, tenía la certeza de que Dios estaba conmigo, y que veía solamente mi perfección.

Después del himno, terminé mi oración con “la declaración científica del ser” que sabía de memoria (véase Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 468), y regresé a hacer mis tareas: terminar de limpiar la casa y preparar las comidas de mi familia para el día.

El incidente desapareció por completo de mi pensamiento, al punto que mientras me lavaba, justo antes de salir para asistir a mi capacitación, noté que tenía un poco de aceite en el pie. Y allí estaba yo, en la ducha, preguntándome ¡cómo era posible que tuviera aceite en el pie! Entonces, como en una película, se repitió el incidente en mi mente. Me di cuenta de que la curación había sido rápida porque no había rastro alguno de quemadura o herida, y el color natural de mi piel estaba intacto. Mi corazón rebosaba de alegría, y le di gracias a Dios.

Dos semanas después note que se me estaba pelando levemente ese pie sin ningún dolor, y ese fue el fin de la cuestión. Hasta el día de hoy, estoy llena de gratitud por esa curación que me abrió los ojos a la creación espiritual de Dios, en la cual todo expresa Su bondad y Su infinito amor, y donde no existen fuerzas destructivas. Solo el poder del Amor divino es todo.

Esther Bonkiele, Brazzaville

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