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Original Web

El dominio responsable de nuestros jardines

Del número de junio de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en alemán

Apareció primero el 16 de diciembre de 2013 como original para la Web.


He sido un jardinero orgánico muy entusiasta, durante décadas, sin embargo, he tenido cada vez más problemas con los caracoles, áfidos, avispas, pájaros, etc. ¿Por qué será que es tan difícil llevarse bien con estas criaturas sin tener que recurrir a la violencia?

En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy leí: “Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles, indestructibles” (pág. 514). Yo podía definitivamente confirmar esta descripción de “indestructible”, aunque de una manera muy diferente a la que la autora da a entender al referirse a la naturaleza espiritual de la creación. Desesperado, en ocasiones había sido “violento” con algunas de estas llamadas pestes. Pero no había logrado eliminarlas. Cuanto más las perseguía y trataba de hacerlas desaparecer de mi jardín, más numerosas se volvían. Se transformaron en algo realmente “¡indestructible!” En aquella época, todavía no había logrado verlas como “inofensivas”, ni siquiera “útiles”.

Lamentablemente, en este sentido, no estoy solo. Las pérdidas causadas a la agricultura por las llamadas pestes alrededor del mundo, son enormes. Se utilizan muchos venenos mortales contra ellas, que se aplican una y otra vez cada año, sin ningún efecto perdurable.

Actualmente, la supervivencia de las abejas en todas partes puede verse amenazada por la enorme cantidad de veneno que se emplea contra las pestes. Si las abejas son eliminadas, ¿qué va a polinizar las florescencias de nuestros frutos y verduras? Tal vez pensemos que estamos separados de estas criaturas, pero somos una parte importante en toda la creación. Y las otras criaturas sólo nos servirán respetuosamente, si nosotros también las tratamos a ellas con respeto y aprecio. Cuando las tratamos con desprecio, somos nosotros los que nos perjudicamos.

Podemos reconocer que todo lo relacionado con nuestro hogar y nuestras relaciones está en el lugar correcto de Dios.

Mary Baker Eddy pregunta en su libro Ciencia y Salud: “¿Son los medios materiales el único refugio contra las contingencias fatales? ¿No hay permiso divino para conquistar toda clase de discordancia con la armonía, con la Verdad y el Amor?” (pág. 394). El uso de veneno contra lo que se percibe como pestes no corresponde con lo que yo entiendo que es ese ejercicio divino de dominio del que habla la historia de la creación en la Biblia. Hay “permiso divino” para superar estas discordias, como bien indica el primer capítulo del Génesis, donde Dios dice: “y señoree en los peces …, en las aves…, en las bestias, … y en todo animal que se arrastra…” (Génesis 1:26).

Me sentí impulsado a pensar en el “dominio”. En toda la creación, el dominio no es una fuerza para suprimir o desperdiciar, sino una promesa de que podemos tener un dominio sabio y responsable sobre todo en nuestra vida, y de una forma que beneficie a nuestra comunidad en todo el mundo. El Salmo 8:6 en la Biblia, declara que Dios puso todo debajo de los pies del hombre, ¡pero no para pisar y matar algo! Hay una forma mejor de ejercer un dominio responsable sobre la creación y percibir la naturaleza inofensiva e inagotable de toda la creación espiritual.

Mary Baker Eddy habla de que “todas las criaturas de Dios” se mueven “en la armonía de la Ciencia”, lo cual naturalmente incluye al aparente bribón. Al tratar de encontrar mi senda hacia esta armonía, el Padre Nuestro me ha ayudado mucho: No oramos: “Mi Padre que estás en los cielos”, sino “Padre nuestro” (Mateo 6:9). De esta manera formamos parte de la relación que tienen nuestros semejantes con toda la creación, la cual, por supuesto, incluye a todos los animales y plantas, incluso a “todo animal que se arrastra”. Ya habitamos en un hogar en común, en el cual podemos experimentar todo lo que hay en él de una manera celestial. Cuando nos comportamos de una manera celestial con todo lo que nos rodea, por ser las criaturas perfectas de Dios, experimentamos más fácilmente esta “armonía de la Ciencia”.

He experimentado varias veces lo que significa respetar y tomar consciencia de la comunidad que nos rodea, cuando las garrapatas han tratado de alimentarse de mí. He aprendido que en lugar de temerles, debo reconocer y apreciar que son criaturas de Dios. Siempre que lo he hecho, han desaparecido, sin alimentarse.

Vivir en armonía con los avispones fue más difícil. En una ocasión, mordisquearon muchas peras justo antes de que maduraran. Si se comen una sola pera, quiere decir que están hambrientos. Siento que debemos permitirles comer esta pequeña parte de nuestra cosecha, puesto que todos vivimos en el mismo pedazo de tierra. Me recuerda lo que conocemos del Antiguo Testamento como “diezmo”, la décima parte de la cosecha que los israelitas tenían que dar al Templo. Sin embargo, para entonces ya comprendía que el comportamiento de los avispones era una exigencia para que alcanzara una comprensión espiritual más elevada. Yo anhelaba mucho tener una cosecha abundante, sin embargo, todo parecía haber sido en vano. Conocía ese sentimiento. Hice un recuento de todos los reveses que había tenido en mi vida: Conté casi todos los dedos de una mano, y pensé: “Soy un fracasado”. ¿En serio? Cuando empecé a contar todos mis triunfos y los obsequios de Dios, no me alcanzaron los dedos de las manos y de los pies para sumar todo el bien que recordaba. Al hacerlo me embargó una enorme gratitud. Entonces los avispones desaparecieron. Había aprendido una lección: debía expresar más gratitud por el bien que hay en mi vida. Más tarde, cuando secaba los primeros frutos, los avispones regresaron, atraparon las avispas y espantaron las moscas. No sólo se volvieron inofensivas para mí, sino que se volvieron realmente útiles.

De manera similar, los áfidos me impulsaron a aceptar un punto de vista más valiente acerca de la coexistencia de las criaturas de Dios. Los áfidos normalmente se alimentan de la savia dulce de las plantas verdes que todavía no tienen suficiente vitalidad. He observado que los áfidos liberan a los pimpollos de rosas de la gran presión que produce la savia. Cuando empecé a observar esto, les agradecí por hacerlo. Noté que al no ser amenazados ni perseguidos, los áfidos ya no se multiplicaron, y se fueron tan pronto comenzaron a florecer las rosas.

Cuando busquemos el reino de Dios y actuemos de acuerdo con él, viviremos en paz con toda Su creación.

Con todos estos temores por las pestes podemos fácilmente olvidar lo más importante: No cultivamos flores, frutas y verduras para tener pleitos, sino ¡para disfrutarlas! Así es como reflejamos el amor y la alegría que Dios, como dice la Biblia, tiene para Su creación. Allí leemos: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). ¿Pensamos a diario y en todo momento del año, incluso en invierno, con gratitud y amor en todos los seres vivientes que hay en nuestro jardín y en toda la creación? Podemos apoyarlos viéndolos y amándolos como expresiones de la Vida divina. Cada mañana, reconozco “este cielo y esta tierra, habitados por seres bajo el control de la sabiduría suprema” (Ciencia y Salud, pág. 91).

¿Pueden todas las criaturas sentirse tranquilas en nuestro jardín? Podemos reconocer que todo lo relacionado con nuestro hogar y nuestras relaciones está en su lugar —o mejor dicho, en el lugar correcto de Dios, porque todo está “bajo el control de la sabiduría suprema”.

Cuando incorporamos la exigencia de Jesús: “Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas” (Lucas 12:31), y tratamos a toda la creación de Dios de acuerdo con ella, veremos este control de la sabiduría suprema más fácilmente. Entonces las criaturas silvestres —inofensivas, útiles, indestructibles— podrán cambiar su comportamiento como pestes, y experimentaremos paz en la tierra, de una manera maravillosa.

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