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Oración por la nueva generación

Del número de junio de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente el 10 de enero de 2014, en la edición online del Christian Science Monitor.


De acuerdo con las cifras recogidas por la Organización Internacional del Trabajo, 75 millones de jóvenes no tienen empleo, esto equivale al 12,6 por ciento de los jóvenes entre 15 y 24 años, alrededor del mundo. Algunos de los mayores dentro de ese grupo, son personas altamente calificadas que se han visto obligadas a aceptar trabajos temporales que no tienen nada que ver con el campo para el cual han estudiado con tanta dedicación. Se dice que muchos se preguntan qué pasará con su futuro, independencia y seguridad, al tiempo que posponen sus planes de casarse y formar una familia.

Se los llama la “generación perdida”. Una de las definiciones de “perdido” es “extraviado o abandonado en un lugar desconocido u olvidado”. ¡Un rótulo impresionante para una nueva generación! Al pensar en mi propio deseo legítimo de progresar cada vez más, instintivamente rechazo un rótulo semejante. He recurrido a Dios en busca de renovación y curación durante muchos años, y la oración me ayuda a ver que ninguna situación está fuera del alcance del único Dios. En la abundancia de bien que nuestro Padre-Madre Dios nos da a cada uno por ser Sus amados hijos, hay seguridad y prosperidad para cada uno de nosotros. Nadie, y esto incluye a todos los jóvenes, puede estar excluido de la abundancia del Amor divino.

¿Qué decir del temor a las cicatrices que pueden quedar en los jóvenes, por el profundo escepticismo y la desconfianza hacia gobiernos e instituciones, por la creciente violencia y los disturbios políticos? El rey David en la Biblia, quien se volvía naturalmente a Dios para orar por muchas cosas, dio una respuesta que no solo es poética, sino que es espiritualmente práctica hoy en día. Él vio que era necesario orar por la nueva generación para que “sean nuestros hijos como plantas crecidas en su juventud, nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio” (Salmo 144:12). Aunque estas metáforas puedan parecer un poco vagas actualmente, indican atributos espirituales de crecimiento sólido, prosperidad constante, fuerza de unidad, utilidad y cultivo imperecederos. Apuntan hacia la devoción de ser la imagen y semejanza de Dios (véase Génesis 1:26, 27), y derivar de Dios todo propósito y excelencia, así como la manera de poder expresarlos. Aquí no hay productividad que se desaproveche, ni existe posibilidad alguna de que las ideas útiles para bendecir al mundo entero, caigan en desuso.

Los jóvenes del mundo, y todos nosotros, pertenecemos a la Mente divina, en la cual todas las ideas correctas derivan de la Mente y están en equilibrio, y en la que cada uno de los hijos del Amor divino tiene igual acceso al bien infinito que no se agotará jamás. Orar con estos hechos espirituales me ayuda a entender que la imposición de que, cuando la economía sufre, los jóvenes son “los últimos en llegar y los primeros en irse”, no tiene poder para tocar su identidad espiritual —su única y verdadera identidad— la cual no puede estar separada de Dios, la Vida, la fuente de todas las ideas correctas y de la inspiración.

Orar con estas ideas me permite ver que los jóvenes no tienen que soportar el impacto de la inestabilidad económica. No pertenecen a la forma mortal de pensar, que incluye desesperanza y preocupación. La juventud del mundo se está desenvolviendo en el plan ordenado del Amor divino, en el cual no hay culpa, condena o resentimiento.

Mary Baker Eddy, la fundadora de la Ciencia Cristiana y del Christian Science Monitor, estaba profundamente consciente de las limitaciones de la existencia mortal y de la infinitud del Amor divino. En su obra más importante, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escribió: “Mantén tu pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los traerás a tu experiencia en la proporción en que ocupen tus pensamientos” (pág. 261).

La oración que busca alcanzar una comprensión más profunda de nuestra verdadera identidad espiritual, es una fuerza para el bien que llega a todos los jóvenes alrededor del mundo. La misma traerá consuelo a medida que naveguen a través de estos difíciles momentos en la economía. De hecho, hará mucho bien para todos nosotros.

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