Al comienzo de esta historia mi imagen no va a ser muy buena. Pero está bien. Dada la lección que ilustra vale la pena que cuente acerca de mi mal comportamiento.
Durante varios meses, me la pasé refunfuñando y criticando a mi esposo por haber estado acumulando unas pocas cosas hasta que las cosas ya no me parecieron tan pocas. La tendencia que yo tenía de estar siempre recordando sus errores, me enceguecieron y no me permitían ver el progreso que mi esposo estaba haciendo, y esto me impedía apoyarlo como debía. Esto en su mayor parte solo ocurría en mi pensamiento, pero también cuando conversaba acerca de él con mis amigas.
Una mañana mientras estudiaba la Biblia, me encontré con el siguiente pasaje: “[El amor] no deshonra a otros, no busca lo suyo, no se irrita fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Corintios 13:5-7, según New International Version).
Yo había leído esto antes, pero ahora la segunda frase en particular me impactó. Al ver las palabras en griego que se encuentran en la Biblia, encontré que el significado original puede leerse como “El amor no guarda en la memoria, no divulga, no se aferra a la iniquidad, sino que guarda en la memoria, divulga y se aferra a la verdad”.
Sentí que era un mensaje de Dios para mostrarme lo que necesitaba hacer y señalándome cómo hacerlo mejor. Mediante mi estudio de la Biblia y de la Ciencia Cristiana he llegado a conocer a Dios como el Amor divino (véase 1 Juan 4:8), y que nuestro propósito es expresarlo a Él siendo afectuosos. Pude ver que había estado haciendo exactamente lo opuesto de lo que el Amor nos exige y de lo que Cristo Jesús enseñó y demostró, es decir, amar. Estaba recordando y divulgando los problemas, y esto tenía que terminar. Eso no expresaba mi verdadero deseo de ser una esposa buena que apoya a su marido, y estaba deshonrándolo a él y al matrimonio.
En este matrimonio yo me había comprometido a amar y apoyar a mi esposo, y para mí esto significaba que toda mi vida debía ser testigo de su naturaleza verdadera y espiritual como el reflejo de Dios (véase Génesis 1:26, 27). Un buen testigo mantiene un enfoque claro, y solo da testimonio de lo que es espiritualmente verdadero, perdurable e indestructible; de lo que proviene de Dios. Antes había comprendido que este tipo de testimonio nos muestra cada vez más el bien espiritual que está realmente aquí, y no deja entrar lo que es inapropiado y no corresponde.
Un testigo que se la pasa criticando constantemente, no es un verdadero testigo. Guardar el mal en la memoria puede tender a magnificar el mal, hasta que ya no vemos el bien o la esperanza de progreso. Percibí que necesitaba proteger a mi esposo y el matrimonio de las críticas, y en lugar de magnificar los problemas, debía guardar en la memoria cada evidencia del bien que pudiera encontrar. Lo que era más importante, necesitaba orar para discernir la identidad espiritual de mi esposo, la cual, puesto que su fuente es Dios, es enteramente buena (véase Génesis 1:31).
Mis oraciones me guiaron a pedir a mis amigas que me ayudaran a mantenerme alerta para dejar de refunfuñar y aporrear, aun cuando pareciera hacerse con el disfraz de la despreocupación. Esto fue de gran ayuda. Pero más que esto, la oración me mostró la verdadera identidad de mi esposo como la creación espiritual y perfecta de Dios, y empecé a ver cada vez más evidencias de la bondad inherente del hombre expresada en mí misma, en mi esposo y en nuestro matrimonio. Pude notar muy específicamente todo el bien en mi esposo y todas las razones para sentirme esperanzada acerca de nuestro progreso como pareja.
La perseverancia en la forma de pensar y actuar más en línea con nuestra naturaleza pura y espiritual ha traído mucha curación. Ahora siento que soy una esposa mucho más feliz y mejor, y que tengo un esposo mucho más feliz y mejor, en parte, probablemente, porque él tiene una esposa mucho más feliz y mejor.
Desde esta curación, tengo una comprensión y aprecio más profundos por las sabias palabras que escribió la fundadora de esta revista Mary Baker Eddy sobre el tema del matrimonio en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Nuestros puntos de vista falsos sobre la vida ocultan la armonía eterna, y producen los males de que nos quejamos” (pág. 62). “La honestidad y la virtud aseguran la estabilidad del pacto matrimonial. El Espíritu reclamará al fin lo suyo —todo lo que realmente es— y las voces del sentido físico serán acalladas para siempre” (pág. 64).
Publicado originalmente en el Christian Science Monitor del 7 de septiembre de 2016
