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Siempre a salvo en Dios

Del número de marzo de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


Un día, hace dos años, fui a andar en bicicleta con algunos amigos, y en nuestro camino de regreso de repente me topé con una piedra grande. Mientras trataba de frenar la bicicleta y desviarme de la dirección en donde estaba la piedra, el manubrio se bloqueó y salí lanzado hacia adelante. Al caer, mi pierna se estrelló contra la piedra que trataba de esquivar.

Cuando me di cuenta de que la pierna tenía una herida profunda y sangraba mucho, inmediatamente me vino a la mente que no hay accidentes en el reino de Dios. Como se explica en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, “Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección” (pág. 424). Estaba agradecido de que esta verdad espiritual llegara tan rápidamente a mi pensamiento, ya que trae a la luz que Dios siempre está gobernando todo armoniosamente; siempre abrazándonos, protegiéndonos y apoyándonos. Seguí orando con estas ideas.

Mis amigos me ayudaron a levantarme y pude regresar a nuestro campus universitario. Cuando llegamos a nuestro dormitorio, uno de mis amigos me ayudó a lavar la pierna en la ducha, con agua y jabón. Entonces envolví una toalla alrededor de la herida, ya que seguía sangrando cuando me movía.

En ese momento sentí que necesitaba algún tiempo a solas para orar con la verdadera idea del hombre, un término que se refiere a todos los hombres y mujeres. Pensé en el párrafo de Ciencia y Salud donde dice: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. Las Escrituras nos informan que el hombre está hecho a la imagen y semejanza de Dios. La materia no es esa semejanza. La semejanza del Espíritu no puede ser tan desemejante al Espíritu. El hombre es espiritual y perfecto; y porque es espiritual y perfecto, tiene que ser comprendido así en la Ciencia Cristiana” (pág. 475).

Me esforcé por apreciar la idea de que el hombre verdadero, como la semejanza de Dios, el Espíritu, no está compuesto de sangre o ningún elemento material. Debido a que el hombre es espiritual y perfecto en lugar de material, nunca puede estar sujeto a ninguna circunstancia discordante, como por ejemplo un accidente, y sufrir debido a ella.

También oré con las ideas de la respuesta de Mary Baker Eddy a la pregunta “¿Qué es la sustancia?”, donde comienza: “La sustancia es aquello que es eterno e incapaz de manifestar discordia y decadencia” (Ciencia y Salud, pág. 468). Por lo general pensamos en la sustancia como material, pero esta afirmación muestra que la verdadera sustancia es exactamente lo contrario. Es espiritual y, por lo tanto, no puede ser dañada ni sufrir ningún tipo de discordia o decadencia.

Al día siguiente, me di cuenta de que había sangre en la toalla que me había atado alrededor de la pierna. Así que decidí aceptar la sugerencia de un amigo y visitar el centro de enfermería de la Ciencia Cristiana en el campus. Una enfermera de la Ciencia Cristiana me recibió con mucha calma y amor, y eso me hizo sentir muy tranquilo. Mientras limpiaba la herida con agua y jabón y la vendaba, hablamos de la realidad espiritual del hombre y de mi verdadera identidad como hijo de Dios. Dios es Espíritu y es perfecto. Puesto que el hombre es el reflejo de Dios, yo sólo puedo expresar perfección y salud.

A partir de ese momento, la herida dejó de sangrar. Volví a casa pensando en las ideas de las que habíamos hablado. En sólo dos días, cuando estaba a punto de cambiar el vendaje, me di cuenta de que mi piel estaba completamente lisa y restaurada.

Lo que más me impresionó en esta experiencia fue que se demostró que las teorías materiales —tales como que el hombre está sujeto a los efectos de los accidentes y que puede tomar tiempo recuperarse de ellos— son erróneas. Esto ocurrió cuando comencé a orar con las verdades del hombre espiritual y la sustancia. Me di cuenta de que a medida que profundizamos nuestra comprensión de Dios, nuestra forma de pensar cambia, y, a su vez, el cuadro material también se transforma. Y yo soy la prueba de que puede cambiar rápidamente. ¡Es tan bueno saber que nunca estamos fuera de la divina Providencia!

Original en portugués

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