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Una clave espiritual hacia la estabilidad económica

Del número de marzo de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Noviembre de 2016.


Fluctuaciones en la economía, cambios inesperados en los mercados, el hecho de que algunas profesiones se vuelven obsoletas mientras que otras requieren de nuevas habilidades y recursos —todas estas cosas no son más que una parte del complicado cuadro de circunstancias en las que parece basarse la incertidumbre tanto a nivel individual, nacional como global.

No obstante, ¿existe acaso alguna fuente segura de provisión, un recurso inagotable al cual podamos recurrir que jamás se agotará o se volverá obsoleto? ¿Es qué podemos encontrar hoy un fundamento seguro para la vida, la felicidad y el progreso continuos?

Debemos estar muy agradecidos porque la respuesta es un resonante ¡sí! Proviene de lo que al principio podría parecer una fuente inesperada: la naturaleza espiritual del hombre y su inquebrantable relación con Dios, quien a través de las enseñanzas de la Biblia y de la Ciencia Cristiana, es revelado como la fuente de todo el bien. 

La Biblia insiste infinidad de veces en el amor tierno de Dios y en el cuidado que todo lo envuelve que brinda a Su creación espiritual. “Abres tu mano, y colmas de bendición a todo ser viviente”, dijo el Salmista (Salmos 145:16). Es inherente a la naturaleza de Dios, el Amor infinito, que es el creador y gobernador de todo, gobernar con seguridad y sabiduría la actividad del hombre y, al hacerlo, proveer con abundancia a las necesidad de Sus hijos. 

Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, el libro de texto de la Ciencia Cristiana por Mary Baker Eddy, declara: “El Espíritu alimenta y viste debidamente todo objeto, a medida que aparece en la línea de la creación espiritual, así expresando tiernamente la paternidad y la maternidad de Dios” (pág. 507). El libro de texto explica aún más: “La Mente divina sustenta la sublimidad, la magnitud y la infinitud de la creación espiritual” (pág. 511). 

Si Dios es realmente todo poder, toda presencia y la base de toda Ciencia o conocimiento verdadero, como enseña la Ciencia Cristiana, y si Su perfección y excelencia son reflejadas en todo momento por Su creación, entonces ni Dios ni el hombre pueden ser tocados o limitados por las recesiones o fluctuaciones económicas, historia pasada, opiniones humanas, conexiones materiales, o ninguno de los numerosos factores humanos que parecerían determinar nuestro éxito o fracaso económico. 

Cristo Jesús vino a enseñar y a demostrar estas verdades espirituales. Y los Evangelios relatan reiteradamente que Jesús hacía caso omiso de las llamadas leyes materiales, y demostraba el abundante cuidado y provisión que Dios brinda a todos Sus hijos. 

Hoy, la Ciencia Cristiana nos permite comprender y demostrar la tierna provisión y cuidado de Dios mediante el Cristo eterno, que como se entiende es la actividad y presencia de Dios, que viene a traer salvación a la humanidad. En Rudimentos de la Ciencia Divina (pág. 1), Mary Baker Eddy, la descubridora de esta Ciencia del cristianismo, hace una pausa y luego responde una importante pregunta:

¿Cómo definiría usted la Ciencia Cristiana?

Como la ley de Dios, la ley del bien, que interpreta y demuestra el Principio divino y la regla de la armonía universal. 

La Biblia está llena de promesas del tierno amor y cuidado de Dios por Su creación espiritual.

La Biblia está llena de promesas del tierno amor y cuidado de Dios por Su creación espiritual.

Puesto que Dios es Espíritu, y el hombre es Su imagen y semejanza, la sustancia misma del ser del hombre es el Espíritu, no la materia. La provisión del hombre no tiene su fuente en la materia ni en circunstancias materiales, y por lo tanto, no puede ser limitada ni estar circunscrita por ellas. Esta provisión, en cambio, tiene su fuente en Dios Mismo, y es mantenida en su infinita plenitud por la ley de Dios. Es decir que la provisión del hombre no podría agotarse, así como Dios, que es la fuente de la sustancia espiritual infinita, no podría agotarse.

Puesto que Dios es el bien infinito, el bien jamás puede faltar. La apariencia de carencia es tan solo una falta de entendimiento de las verdades espirituales que revelan que este bien está por siempre presente y es inagotable. 

El profeta Amós enseñó una importante verdad acerca del hambre, al decir que no es “hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra del Señor” (Amós 8:11). Cuando hay carencia o necesidad, el hecho de comprender más acerca de la verdad espiritual, contribuirá a que esa necesidad sea respondida. 

He aquí un ejemplo: En una ocasión, recibí noticias inesperadas de que ciertos recursos financieros habían disminuido sustancialmente. Esto me perturbó mucho, y por la noche me la pasé dando vueltas en la cama. 

Un día poco después, sentí un cambio muy evidente en la boca. Me miré en el espejo y vi que los dientes y encías de pronto se habían deteriorado. El cuadro no era nada lindo. Cerré la boca con la determinación de no volver a mirar hasta que hubiera resuelto esto mediante la Ciencia Cristiana. Supe de inmediato que mi temor por el deterioro de mi provisión, o sustancia, era el origen de este problema.

Cuando empecé a orar, reflexioné acerca de la verdad espiritual de que “del Señor es la tierra y su plenitud” (Salmos 24:1). Se me ocurrió que si la tierra es del Señor, entonces Dios debe ser el que posee toda la riqueza verdadera, y que el hombre la posee solo por reflejo; él refleja todo el bien que es Dios, al cumplir con su sagrado propósito. Como nos dice Ciencia y Salud, el hombre “es la compuesta idea de Dios, incluyendo todas las ideas correctas; ...lo que no posee ninguna vida, inteligencia ni poder creativo propios, sino que refleja espiritualmente todo lo que pertenece a su Hacedor” (pág. 475).

Al reflexionar sobre estas profundas verdades espirituales, comprendí que ese día tenía acceso a la misma riqueza infinita como había tenido antes de recibir la noticia sobre la caída en mis recursos financieros. De hecho, razoné, que hoy tengo tanta riqueza, a través del reflejo, como siempre he tenido, y la fuente de esta riqueza es el Amor infinito, inalterable y eterno. Entonces me vino el pensamiento: “¡Desde luego, nada ha cambiado!” 

Durante ese tiempo, cuando me cepillaba los dientes, no revisaba los dientes y la boca en el espejo. Había tomado la determinación de que mientras se producía la curación sería obediente a las enseñanzas de la Biblia y la Ciencia Cristiana, como las explica este pasaje de Ciencia y Salud: “…el Científico Cristiano cuida mejor su cuerpo cuanto más lo deja fuera de su pensamiento, y, como el Apóstol Pablo, está deseoso más bien de ‘estar [ausente] del cuerpo, y [presente] al Señor’ ” (pág. 383).

Pospuse una cita que había hecho anteriormente con el dentista para que me limpiaran los dientes. Cuando tuve la certeza de que la naturaleza de mi sustancia espiritual era inalterable, volví a hacer una cita para hacer la limpieza. Después de que la asistente me limpió los dientes, el dentista vino a examinarme la boca. Escuché con atención para ver qué decía después de examinarme. Estas fueron sus exactas palabras: “¡Nada ha cambiado!” Y así demostró ser. La comprensión más elevada que he obtenido gracias a esta curación, de que la sustancia espiritual es inagotable, ha sido la bendición más grande. Entre la provisión que mi esposo y yo hemos experimentado, había fondos de una fuente inesperada que estuvieron disponibles poco después de esta curación.

Los recursos abundantes nunca podían faltar para apoyar la actividad y propósito correctos dirigidos por Dios. Las respuestas y soluciones a preguntas y preocupaciones respecto a la provisión siempre surgen cuando se comprende más nuestra inquebrantable relación con Dios, más de la naturaleza pura y eterna de Dios como el bien inalterable, el Amor divino. Cuando se comprende más acerca de la individualidad inmaculada y espiritual del hombre como la imagen y semejanza de Dios, por siempre uno con la fuente divina de toda existencia y felicidad. Como aconseja la Biblia: “Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien” (Job 22:21).

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Noviembre de 2016.

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