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Original Web

¿"Todavía"?

Del número de marzo de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 23 de diciembre de 2013 como original para la Web.

Original en Alemán


La anciana acababa de estacionar su auto en un pequeño espacio de aparcamiento con elegancia y sin ninguna dificultad. “¿Viste? Todavía puedo hacerlo”, dijo con cierta satisfacción. “¿Qué quieres decir con todavía?”, le pregunté. Nunca había tenido ninguna duda de que ella fuera capaz de hacerlo. Después de todo, era una excelente conductora.

Después de este intercambio comencé a notar esta conexión entre una habilidad y la palabra todavía. Aparece con tanta frecuencia que apenas nos damos cuenta de lo que comunica. Leemos que un jugador de tenis de 30 años “todavía”puede seguirle el ritmo a su oponente mucho más joven, que una mujer a los cuarenta y cinco “todavía” luce bien, y que una pareja sexagenaria “todavía” realiza viajes fantásticos. Casi nadie le da importancia a estas afirmaciones.

Nunca se nos ocurriría que Dios se pudiera cansar o decaer.

Y sin embargo, si consideramos el pensamiento que subyace a esta expresión, nos damos cuenta de que encadena a la humanidad. Limita la declaración y por lo tanto también la expectativa de la habilidad. Los niños dicen con orgullo que ya pueden hacer algo. ¿Quién no ha visto el radiante triunfo de un niño que acaba de aprender a andar en bicicleta? En algún momento este ya desaparece de lo que conversamos. Luego, durante unas pocas décadas, la gente simplemente dice que es capaz de hacer cosas sin más comentarios. Y entonces en algún momento este todavía comienza a colarse. La implicación es clara: Un día la capacidad de hacer cosas se agotará. En lugar de aprender cosas nuevas, uno las desaprenderá. Y así, sin notarlo, uno sigue el patrón de crecimiento, madurez y decadencia dictado por la materialidad.

Sin embargo, no encontramos ninguna indicación en la Biblia o en las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, de que esta secuencia sea necesaria o incluso aceptable. ¡Todo lo contrario! La Sra. Eddy advierte contra esto en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Jamás registres la edad. Los datos cronológicos no son parte de la vasta eternidad. Los registros de horario de nacimiento y defunción son otras tantas conspiraciones contra el estado completo de hombres y mujeres” (pág. 246). En sí misma la edad no tiene poder y no dice nada sobre nosotros, porque todo el mundo es realmente espiritual y eterno. Pero la creencia humana conecta ciertas cosas con cada fase de la vida. Y cuanto más nos sometemos a esto, más pesadas se convierten las cadenas con las que nos hemos atado —cadenas, que sólo sirven para impedir que hagamos lo que antes había sido totalmente normal hacer.

El registro de la creación tampoco dice nada acerca de que Dios nos asigne a nosotros, Su creación, un límite de tiempo para nuestras habilidades. Medir constantemente la edad no nos hace ningún bien. Dios creó la tierra dando los mandatos apropiados: “Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Salmos 33:9). Nunca se nos ocurriría que Dios se pudiera cansar o decaer. Pero nos arrogamos a nosotros mismos el estar fatigados o decrépitos. De hecho, muchas personas hacen alarde de ello. ¿Cuántas veces vemos a las personas presentando su edad avanzada como una excusa para algo, aunque sólo sea en broma? Pero si miramos más de cerca la definición de día en Ciencia y Salud, nos damos cuenta de que la creencia de edad avanzada no es coherente con lo que enseña la Ciencia Cristiana. La definición comienza, “La irradiación de la Vida; luz, la idea espiritual de la Verdad y el Amor” (pág. 584).

Dios revela lo bueno a Su manera, y nuestra tarea es estar listos y receptivos para este bien. 

Si nosotros conscientemente pasamos cada día, a la luz de la idea espiritual de la Verdad y el Amor —y del hecho de que somos creados espirituales y eternos a imagen de Dios— no se nos ocurrirá limitarnos de ninguna manera. Simplemente darme cuenta de la irradiación de la Vida me sitúa dentro de un buen marco de pensamiento. La posibilidad de límites autoimpuestos a mis habilidades, se vuelve impensable. Esta irradiación no se atenúa con el tiempo, pero depende de mí el ser receptivo a un sentido espiritual de mis capacidades ilimitadas y la belleza de ellas, y reconocer con gratitud esta realidad. Más tarde, en la definición de día, la Sra. Eddy explica que “…la Mente mide el tiempo de acuerdo con el bien que es desarrollado”. Este es uno de mis pasajes favoritos. Trabajo para demostrarlo todos los días. Esto no exige la realización de grandes hazañas. En cambio, nos obliga a escuchar la dirección de Dios. Dios revela lo bueno a Su manera, y nuestra tarea es estar listos y receptivos para este bien. Por eso oramos: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mateo 6:11). Jesús nos enseñó que la provisión de Dios está disponible para nosotros todos los días. ¿De dónde sacaríamos la idea de que la fuerza, la destreza física y mental, la elasticidad, la resistencia, etc., pueden ser limitadas por el tiempo?

La palabra todavía es solo un ejemplo de las sutiles limitaciones que la gente podría aceptar e incluso afirmar en la vida cotidiana, simplemente porque no las notan. Hay varias de ellas que pueden hacerse camino en el pensamiento y la palabra, y luego socavar el progreso, la humanidad y el bienestar, hasta que un agujero parece haber llegado a crearse. “Pero, y si...”, “ya no más”, “no lo suficientemente bien”, etc., todas describen las limitaciones que las personas aceptan sin darse cuenta de que deberían estar defendiéndose contra ellas, o tal vez saben que deberían defenderse y simplemente descuidan hacerlo. Es necesaria una atención consciente para reconocer y evitar estas trampas. Los que están desatentos están participando en una conspiración contra sus propios intereses.

He experimentado esto de primera mano. Desde la infancia estaba convencida de que no era atlética porque era una corredora muy lenta. No fue hasta que ya fui adulta que encontré un deporte que podía disfrutar; por supuesto uno que no implica correr. Pero un día, diez años después de encontrar este deporte, estaba de pie en la caminadora en mi gimnasio, preguntándome qué hacer a continuación. Aparentemente de la nada, la pregunta me vino al pensamiento: “¿Qué harías ahora si no tuvieras miedo a nada?” Mi respuesta fue completamente espontánea: “Correría”. La idea de correr me parecía completamente ridícula, pero sentí que esta idea debía de haber llegado a mí por una razón, así que puse la caminadora a una velocidad moderada y empecé a correr.

Durante las semanas siguientes repetí el ejercicio una y otra vez. Y para mi sorpresa, pude aumentar la velocidad de la cinta de correr en cada ocasión. Durante la primera semana las rodillas me dolieron después del ejercicio, pero eso se detuvo cuando afirmé que la pregunta acerca de una actividad sin miedo no había venido de la voluntad humana, y por lo tanto, la actividad estaba protegida. Y reclamé esa protección para mí. Hoy disfruto haciendo carreras varias veces a la semana y las hago más rápido que nunca. Para mí son un regalo que pude reconocer porque la idea de ser “demasiado viejo” o de haber perdido la oportunidad nunca se me ocurrió.

Es muy importante reconocer los pequeños pensamientos y frases que revelan la conspiración del error contra los hijos de Dios, en lugar de caer en ellos. Cuando nos ponemos de “portero a la puerta del pensamiento”, como nos dice la Sra. Eddy en la página 392 de Ciencia y Salud, no podemos caer en ninguna trampa.

Apareció primero el 23 de diciembre de 2013 como original para la Web.
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