Un fin de semana de hace un par de años, mientras estaba viviendo en Francia, tuve una curación instantánea. Un domingo de mañana me desperté muy temprano para jugar con el equipo de fútbol del que había sido parte durante varios meses. Aunque me llevaba bien con las chicas con las que jugaba, sólo podíamos sonreír y saludarnos, pues no hablábamos el mismo idioma.
Hasta ese día yo sólo había entrenado con el equipo. Pero las jugadoras me preguntaron si me gustaría participar en el último partido, y yo acepté encantada. El primer tiempo fue muy intenso y me sentí bien jugando como atacante. En el entretiempo estaba sentada con mis compañeras en el vestuario, cuando de pronto comencé a sentirme mal. Me dolían el estómago y la garganta, y sentía que iba a vomitar.
Estaba rodeada de personas con las que no podía comunicarme con palabras. No podía llamar a un amigo ni a un integrante de la familia para que me ayudara, ni tenía a mano la Biblia o Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, el libro de texto de la Ciencia Cristiana, a los que acudir. Además, temía que si mis compañeras pensaban que estaba enferma, no podría orar por mí misma en medio de tantos extraños. Me sentía sola y en problemas y no sabía qué hacer.
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