Hace varios años, me contagié de un herpes en la lengua. Era algo muy doloroso y no podía comer. Estaba tomando una medicina, y desapareció, pero el médico me dijo que yo era susceptible a sufrir de eso otra vez, cuando tuviera mucho estrés o mucho trabajo, porque me iba a ocasionar una baja en mis defensas naturales. Y ciertamente lo tuve varias veces.
Tiempo después, conocí la Ciencia Cristiana y mi idea acerca de Dios y de mí misma empezó a cambiar de inmediato. Una noche, después de una semana muy agitada en el trabajo, me desperté con el dolor que yo tanto conocía, y pensé que iba a enfrentar la misma condición. Pero esta vez, inmediatamente me levanté y busqué este pasaje en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “El bien no puede resultar en el mal. Puesto que Dios mismo es el bien y es Espíritu, la bondad y la espiritualidad tienen que ser inmortales. Sus opuestos, el mal y la materia, son el error mortal, y el error no tiene creador” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 277). Entonces razoné: “Si Dios nunca creó esta condición, jamás ha sido creada, y no existe”.
Así que en medio de la noche, y a pesar de mi cansancio, ese mensaje me dio la inspiración para apoyarme en esta verdad, y lo empecé a afirmar para mí misma. Después de un rato, volví a la cama a dormir. Cuando desperté a la mañana siguiente, la condición había desaparecido por completo, y nunca volvió.
La Ciencia Cristiana cambió mi vida por completo. Pasé de no conocer lo que era la armonía, a ver que muchas cosas maravillosas ocurrían en mi vida y a mi alrededor. También vi la bondad de Dios reflejada en mi relación con mi familia y amigos, y con otras personas. Pude ver belleza en todos lados, hasta en mis plantas que comenzaron a florecer más y más, después que empecé a estudiar la Ciencia.
Este estudio espiritual me ha enseñado que Dios es Amor, y que nosotros somos Su imagen y semejanza, y este conocimiento, nos ayuda a comprender que, por ser hijos de Dios, somos ideas espirituales, y estamos completamente libres de la enfermedad, el pecado y la muerte. Esta verdad me ayudó a entender cuán preciada soy para Dios, y que podía compartir con alegría Su mensaje con mi familia y otras personas, y a apoyarlas mediante la oración.
Este entendimiento me ayudó en una ocasión a darme cuenta de que la Ciencia Cristiana es también preventiva. Un día mi esposo fue a hacer una diligencia, y al salir de un comercio manejando una camioneta grande, otro vehículo estaba estacionado en doble fila, así que su visibilidad no era buena. Él dobló hacia la izquierda, y no vio que una mujer estaba corriendo a través de la calle, y la golpeó con su camioneta, tirándola al suelo. Después él me dijo que inmediatamente empezó a orar y a insistir en que eso no estaba ocurriendo. Aunque en aquel entonces no estudiaba la Ciencia Cristiana, yo le había dicho muchas veces que en el reino de Dios no hay accidentes. Así que él insistió en esto.
La mujer se puso de pie muy rápidamente. Mi esposo salió de la camioneta y se ofreció a llevarla a un hospital. Esta señora estaba saliendo de su trabajo, así que unos compañeros fueron con ella. Después mi esposo me llamó para decirme que la mujer estaba bien, y que no había sufrido daño alguno, de manera que no tuvo que tomar ninguna medicina ni recibir ayuda médica.
Cuando él regresó a casa, dos horas después, fuimos a ver el vehículo y notamos que había un golpe muy claro encima del foco derecho, así que nos dimos cuenta de que el golpe debió de haber sido bastante fuerte, pero Dios los había protegido a la mujer y a mi esposo.
Hoy, mi esposo es un dedicado estudiante de la Ciencia Cristiana, e incluso ha tomado instrucción de clase Primaria de la Ciencia Cristiana.
Fue tan maravilloso para mí comprender que Dios está siempre protegiéndome a mí, a mi familia y a todos a nuestro alrededor.
Cristina Canales Reyna, Ciudad Victoria, Tamaulipas
Original en español
