Queridos miembros de La Iglesia Madre:
¡Les envío un afectuoso saludo desde el soleado sur de la India! Es para mí un privilegio escribirles como Presidente para recordarles el amor y el apoyo de nuestra querida Iglesia Madre hacia ustedes, que hacen brillar su luz en cada rincón del mundo.
Mientras continuamos cumpliendo con nuestra misión individual y colectiva de sanar y salvar al mundo, podemos seguir trabajando para alinear nuestras vidas individuales y nuestra experiencia de iglesia con la ley divina de la armonía. Y si a veces somos tentados a sentirnos abrumados por esta demanda, recordemos: “...este Principio infinito hace exigencias infinitas al hombre, exigencias que son divinas, no humanas; y la habilidad del hombre para satisfacerlas proviene de Dios...” (Mary Baker Eddy, Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 16).
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